José Sánchez García, dueño de Hildita: «Esta Navidad despacho las últimas milhojas»

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CESAR QUIAN

El 16 de enero se jubila y anuncia que trabajará hasta el 12, después le tocará recoger

08 dic 2019 . Actualizado a las 22:53 h.

El final de la historia de Hildita ya tiene fechas. El 16 de enero José Sánchez García cumple 65 años y se acaba su contrato de alquiler del bajo de la calle Alameda donde existe esta tienda de dulces desde hace seis décadas. Se jubila tanto él como el famoso negocio. «Se puede decir que trabajaremos hasta el domingo día 12 y, después, iremos recogiendo. Esta Navidad despacho las últimas milhojas», confirma este hombre con su tranquilidad habitual. Dos profesionales de la pastelería, Juan Campos, que había trabajado en La Suiza, e Isidoro Castillo, que se formó en Las Delicias, fueron los fundadores allá por 1959. Le pusieron el nombre de la hija de Juan, Hildita, que sigue viviendo al lado del establecimiento. José empezó a principios de los setenta como chico de los recados y en el 2004 tomó las riendas del negocio. «Lo cogí por no quedarme en la calle. De ser empleado a propietario te cambia la vida porque tienes más responsabilidad, más dolores de cabeza», analiza este autónomo natural de O Páramo y de padres de Boimorto. Siendo un chaval se instaló con la familia en A Coruña. Recuerda que su primer trabajo fue de botones en el Hotel Marineda que había en la calle Rosalía de Castro. «Después me vine para aquí porque trabajaba un familiar. Toda mi vida laboral se desarrolló en Hildita», resume.

Azúcar, mantequilla...

Poco a poco José va anunciando el inminente cierre a sus clientes habituales. «La gente me dice que no puedo cerrar. Y me lo comentan personas que están jubilada y yo les digo que quiero tener lo mismo que ellos. Mi mujer trabaja en una gestoría y en casa lleva los papeles del negocio, así que también va a ser un alivio para ella. Voy a dedicarme a pasear, levantarme tarde, hacer la comida e ir a pescar. Tengo las cañas, pero nunca voy», asegura. Tiene una hija de 36 y un hijo de 31. «A ella le gustaba la pastelería, pero en su momento no había sitio en el negocio». Charlamos el miércoles en Casa Martín. Es una casa de comidas bulliciosa en donde todas las mesas están llenas. El dueño me cuenta que el menú del día es a diez euros. Me lo apunto para ir cuando pueda. Acabamos el café y vamos a Hildita. Allí están las montañas de pastas, algunas cajas de bombones, los hojaldres crujientes que esperan a la nata o la crema… «Se trata de cambiar margarina por mantequilla, que no es tan fácil trabajar con ella. Pero todo se reduce a unos pocos ingredientes, en especial azúcar, huevos, mantequilla y harina. El secreto del éxito es contar con buena materia prima y mantener una regularidad. Y también tener el obrador en el mismo local porque produce un aroma irresistible que hace que la gente entre», reflexiona.

 Nunca compré en otras confiterías o pastelerías. Y tampoco probé la milhojas de Berna

Lo curioso de este pastelero es que le gusta la carne y la verdura. «No soy de dulce. En un restaurante nunca pido postre, si acaso tarta helada o flan, pero nada más», confiesa. Apenas consume sus dulces y tampoco lo de los otros colegas coruñeses. «Nunca compré en otras confiterías o pastelerías. Y tampoco probé la milhojas de Berna». Me parece increíble. Una cuestión que dividió a miles de coruñeses, si es mejor la de Berna o la de Hildita, y este hombre nunca le dio un bocado a la de Marcial del Adalid. Me enseña la cara B del negocio. Ese lugar donde se elaboraron los dulces que alegraron el paladar de generaciones de coruñeses. Paso la mano por las mesas de mármol sobre las que trabajaron cantidad de rodillos. José abre aun cajón en el que guarda el azúcar. «Cada semana voy a comprar sacos de 25 kilos a Makro. Tres, cuatro o cinco, según la época del año. Ahora más porque empiezan los turrones, mazapanes, anguilas...», informa. Hildita consume los últimos sacos. «Quiero hacer lo de la gente normal, pasear, jugar la partida de tute y pasarlo bien» Una vida dulce tras un final que amarga a los clientes.