Este verano tuve la ocasión de comprobar que más allá de las trifulcas televisivas y las noticias de los periódicos dando cuenta de los rifirrafes verduleros de nuestros políticos, todavía hay personas que, sin que medie interés alguno, se entregan al servicio de sus semejantes. Se trata, por lo general, de gente que sin aspavientos ni algaradas publicitarias, se dedica a ayudar al prójimo sin importarles el género o la raza. Son lo que se entiende por verdaderos altruistas.
Viene a cuento este pequeño introito por lo que he presenciado este verano. Un día de agosto fuimos a comer a un restaurante de Oleiros, que por cierto estaba a tope, y en la mesa de al lado yantaban dos matrimonios jóvenes con dos niños, una de las pequeñas con discapacidad. Nos acercamos a la supuesta madre y le preguntamos algo sobre las criaturas. La joven, todo amabilidad y muy sonriente, nos confesó que los niños eran adoptados por el matrimonio. Una, una pequeña paralítica a la que había que prestarle toda la atención, ya que apenas se movía de la silla, era etíope. El niño, muy avispado y vivaracho, era vietnamita. El matrimonio que adoptó a los pequeños, formado por Paula y José Luis, vive en A Coruña y llevan la adopción con una ternura digna del mejor de los elogios. La joven madre se desvive dándole de comer a la niña, o llevándola en silla de ruedas. El chiquillo es un fuguillas, no hace más que saltar de un lado para el otro, y era la curiosidad de los comensales...
Ante este panorama que tuvimos la suerte de presenciar, les podemos atestiguar que todavía existen en este revuelto mundo algunas personas altruistas a las que las mueve llevar el bienestar al prójimo.