Cada día se cometen dos estafas en la ciudad, una de ellas por Internet

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

CULLEREDO

Los timos ya son el quinto delito que más se produce en A Coruña

14 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los datos de criminalidad en la ciudad vienen ofreciendo en los últimos años una noticia buena y otra mala. La buena es que no paran de descender los delitos violentos. La mala es que crecen, y mucho, las estafas.

«El incremento en A Coruña es significativo», reconocía el año pasado el exjefe superior de Policía, Eusebio Fraguas. Afirmó que el tipo de estafa que se está detectando tiene que ver con compras por Internet que nunca se reciben. Decía que muchas veces hay un exceso de confianza en los compradores, que apenas adoptan medidas de control. «Somos, yo el primero, muy imprudentes a la hora de comprar por Internet», admitió el anterior jefe superior de Policía antes de alertar de que las estafas en A Coruña habían aumentado un 34 %. Lo peor es que, según desveló, la investigación de esos delitos es muy difícil, porque los estafadores suelen utilizar servidores radicados en el extranjero.

Las estafas más comunes en Internet son estas: Promociones de sitios web (cargos inesperados en la factura del teléfono por servicios que nunca se solicitaron ni contrataron), abuso de tarjetas de crédito (se solicita el número de la tarjeta de crédito con la única finalidad de verificar su edad, y posteriormente se le realizan cargos de difícil cancelación), márketing o redes piramidales (se promete hacer mucho dinero comercializando productos o servicios, ya sea uno mismo o los vendedores que nosotros reclutamos, pero realmente nuestros clientes nunca son los consumidores finales sino otros distribuidores, con lo que la cadena se rompe y solo ganan los primeros que entraron en ella), oportunidades de negocio (se ofrece la oportunidad de trabajar desde el hogar y ser su propio jefe enseñando unos planes de ingresos muy elevados), planes de inversión para hacerse rico rápidamente, fraudes en viajes o paquetes vacacionales, fraudes telefónicos, o engaños con falsos fármacos.

Fuera de las redes, hay estafas de todo tipo y pelaje. Como lo de entregar un cheque sin fondos, lo de prometer milagrosos beneficios a incautos inversores, lo de prestar 3.000 euros y acabar quitándole la casa al deudor, lo de engañar a las compañías de seguros con falsos accidentes, o lo de hacerse pasar por revisor del gas para despojar de 50 euros a la anciana inquilina.

Los timos de toda la vida, lo de hacerse pasar por capitán de fragata para engañar a un carnicero con el anzuelo de adjudicarle el concurso para dar bistecs a toda la marinería española, lo de la estampita, o lo de vender un líquido que convierte un trozo de papel en un billete de curso legal, son burlas ya muy ocasionales.

Los fiscales de la provincial coruñesa incoaron el año pasado 3.000 diligencias previas por delitos de estafa. Cuando solo hubo 550 por atracos. La estafa fue el quinto delito más veces cometido. A la cabeza de la criminalidad en la provincia está el hurto, con alrededor de 12.000 diligencias previas en el 2015. Le siguen las lesiones (8.000), el robo (6.000) y los daños (5.000). En la ciudad, el número de estafas fue de 690.

El delito de estafa es, de todos los que aparecen en el Código Penal, el que más variantes tiene. Pues es igual de estafador el transportista que el año pasado fue condenado por añadir agua a la leche para engañar a una fábrica de quesos, como el que falsifica el tique de la ORA. Aunque de estos últimos hay cada vez menos. Tan pronto vieron los que trucaban el recibo de aparcamiento que a los que pillaban les caían seis meses de prisión, dejaron de hacerlo.

Uno de los casos que más llamó la atención el año pasado de cuantos con Internet estuvieron relacionados fue el de ese chico de Culleredo que, cegado por trabajar como acompañante de mujeres adineradas, se dejó en la factura de teléfono nada menos que de 50.000 euros. ¿Cómo cayó en el engaño? Pues se rindió ante un anuncio que le apareció en una página web en el que se ofrecía trabajo de gigolo. Debía llamar a un 803 para que le diesen las citas, por las que cobraría 3.000 euros. El problema es que lo tenían esperando por ese encuentro amoroso horas e incluso semanas, pegado noche y día al teléfono -si colgaba, se anulaba la cita, una cita que jamás llegó-.

En los últimos años, el caso más sonado en cuanto a estafa a pequeños inversores fue el protagonizado por Miguel Rodríguez, ese coruñés que en el 2009 ganó 240.000 euros en Pasapalabra. Fueron decenas las personas que confiaron sus ahorros a él para que los invirtiera en el mercado de futuros. Si bien su voluntad no era la de engañar a nadie, pues así lo reconocieron jueces y fiscales pese a que después lo terminarían condenando, perdió el control cuando sus apuestas en la bolsa, que al principio daban una ganancia mensual del 10 % a los inversores, dejaron de ser acertadas. Empezó a pagar beneficios a unos con el dinero que otros ponían en sus manos para invertir. Hasta que dejó de pagar.

«Lo que más duele no es el dinero, sino sentirte engañado, con cara de tonto»

La mujer que accede a contar su experiencia pide que se le llame Francisca porque dice que le da vergüenza que la gente sepa que la han timado. Es una de esas decenas de personas que fueron víctimas de una estafa en A Coruña. La engañó Miguel Rodríguez, condenado varias veces por en los últimos años por prometer a pequeños ahorradores beneficios del 10 % mensuales. «Era amigo mío y confié en él», recuerda la víctima.

-¿Cómo cayó en el engaño?

-Por tonta. Suena fuerte, pero es que es así. Miguel era amigo mío, sabía de su inteligencia y de su buen ojo en la bolsa. Me dijo que ganaría un 10 % mensual y me lo creí. Había gente que me decía que eso era imposible, que no invirtiera, pero no les hice caso. Incluso, cuando los primeros meses me pagaba los beneficios, yo presumía con mis amigos.

-Pero, según algún juez y fiscal, la intención de Miguel, en un principio, no era la de engañar a nadie...

-Al principio no, pero cuando le fueron mal las cosas, engañó a muchos. Con lo que le daban los nuevos inversores nos pagaba a nosotros. Hasta que dejó de hacerlo.

-¿Cuánto le estafó?

-15.000 euros.

-¿Cómo se sintió?

-Mira, lo peor no es el dinero que uno pierde, aunque duela ver como tus ahorros de años se van a la basura. Lo que más duele es sentirte engañado, con cara de tonto. Tampoco es nada agradable meterte en abogados y en los juzgados para recuperar el dinero. Fueron dos años interminables.