Medio siglo con kimono y cinturón

A CORUÑA

Bernardo Romay, con su familia, este sábado en la celebración del 50.º aniversario del Judo Club Coruña
Bernardo Romay, con su familia, este sábado en la celebración del 50.º aniversario del Judo Club Coruña César Quian

El Judo Club Coruña celebró una fiesta en el Casino al cumplirse 50 años desde que Bernardo Romay inauguró el centro

23 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene 74 años. «Pégame con todas tus fuerzas», dice señalando el abdomen. Le doy un puñetazo de baja potencia. Está como una piedra. «Dale duro», insiste Bernardo Romay. Por miedo a lesionarme la muñeca le digo que mejor dejarlo. El fundador del Judo Club Coruña hace medio siglo celebró ayer en el restaurante Leirón del Casino la fiesta de su 50.º aniversario.

Por su local de la calle Pintor Seijo Rubio han pasado miles de personas desde el otoño de 1975, siempre recibidos por Mari Nieves, la mujer de Bernardo. «Soy un profesor afortunado que ha formado a campeones. El secreto del yudo es la disciplina, la humildad y el respeto. La disciplina empieza por llevar el kimono bien colocado, los pies limpios y la uñas cortadas», suele decir.  Al principio anunciaban clases de kárate y ahora, en el 2025, siguen dando clases «en Esclavas, Dominicos y Cristo Rey. Hacemos defensa personal para policías y mujeres, jiu-jitsu, gimnasia de mantenimiento o pilates», destaca.

Una historia deportiva que empezó por casualidad, como comentó el viernes en el programa Voces de A Coruña, de Radio Voz. «Me gustaba mucho la música, pero necesitaba formación. Fui con un amigo al conservatorio, que entonces estaba donde hoy está la sede de UGT en A Palloza. Nos confundimos de puerta y entramos en un gimnasio que acababa de montar la federación con un profesor que daba clases en Maristas. Se llamaba Juga, Judo Galego. Fue ver aquello, a la gente haciendo deporte, los cinturones amarillos... Me enganché», relata. Poco después abrió la que en su día fue la mejor instalación deportiva de la época, aunque no había muchas. Ayer tiró la casa por la ventana para celebrarlo. No se apretó el cinturón, ni el amarillo ni el negro.