Suso Jove: «En 1963 empecé a trabajar en la calle de los Olmos y todavía sigo»

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Padre de tres hijas, «hombre de paz» y profesional de la hostelería desde los 14 años, el propietario de la cervecería El Real continúa al pie del cañón, fiel a sus amigos y costumbres

27 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un personaje. A sus 76 años recién cumplidos va de vinos «todos los días, aunque ya no es lo de antes. Siempre tomo rioja —afirma—. En noviembre cerramos y voy a Punta Cana para coger fuerzas para todo el año». Sus hijas, que siguen nuestra charla a unos metros de distancia, se ríen y confirman que es cierto todo lo que dice Jesús Jove Parga, Suso, el legendario propietario de la cervecería El Real de la calle de los Olmos, un local de siempre, famoso entre otras cosas por sus calamares. «Pero no los hubo siempre. Los del Otero eran amigos míos y eran su especialidad, así que hasta que cerraron no los empezamos a hacer nosotros. No tienen secretos, calamar, sal, harina y aceite limpio todos los días», asegura Suso.

Se conoce al dedillo la zona. Es capaz de recordar los negocios que hubo durante las últimas décadas. «Que lleve más tiempo que nosotros creo que solo queda el Victoria. Yo empecé a trabajar en esta calle en 1963 y todavía sigo. Pero estuve en más sitios. El Real lo abrí en 1988 y fue mi primer negocio propio. Al principio dábamos platos combinados, sándwiches o perritos. Le pusimos el nombre no sé muy por qué razón. Nos gustó», apunta sonriente. De vez en cuando se va a fumar un cigarro y me deja de charla con sus simpáticas hijas. 

Su imagen, en la carta

Me cuenta que su padre trabajaba en la antigua fábrica de armas y que su madre fue a parir a su pueblo, Begonte, por eso en el DNI pone que nació en esta localidad lucense. «Nací el 1 de marzo de 1949 y con 13 o 14 años empecé a trabajar de camarero en un bar que se llamaba Patio Alvear, aquí en los Olmos, que después fue El Pazo. Mi siguiente trabajo fue en el Capri, de la Marina, hasta que me incorporé al Linar, donde estuve casi 18 años», relata. Es un sitio al que le tiene un especial cariño por todo lo que aprendió y la cantidad de experiencias que vivió. De hecho, todos los martes va a comer allí con su amigo Gugui Aradas y después juegan una partida de tute o de escoba. «Nunca juegues con él, gana siempre», recomienda una de sus hijas desde otra mesa.

Marta y Lucía trabajan en El Real y Belén es profesora. Su madre murió muy joven, hace 22 años, cuando apenas pasaba de los 50. Tengo la sensación de que esa situación unió de manera especial a Suso y a sus tres hijas. «El buen humor no lo pierde jamás», dicen ellas. Sobre las mesas de la cervecería están las cartas plastificadas que incluyen la imagen del dueño. «No creo que haya muchos sitios en los que el jefe esté en la carta. El dibujo me lo hizo y regaló Álvaro Dorda en el 2015 y después se añadió a las cartas», comenta sonriente mientras manda a las hijas a por el cuadro original y a por otro, un singular árbol genealógico en el que se ve una foto suya en el centro y, alrededor, un montón de clientes amigos, algunos por desgracia ya fallecidos. 

Los horarios de ahora

Al morir su mujer fue cuando decidió dar un giro al negocio y convertirlo en la cervecería que es ahora y en la que él es un símbolo. «Lo que más cambió, para bien, son los horarios. Recuerdo trabajar en el Linar 12 o 14 horas. Ahora se cierra los lunes y martes y hay un horario. Yo vengo todos los días y, si quieren que eche una mano, lo hago. Soy sociable y tengo clientes a los que me gusta saludar y que conocí cuando eran unos niños», confiesa. 62 años dedicados a la hostelería y ahí sigue. «Nunca tuve problemas con nadie. Soy un hombre de paz. Y a ver si al malo lo hacemos bueno».

En la mesa donde estamos se siguen reuniendo antiguos jugadores del Fabril, el filial del Deportivo. «Aquí encima había unos pisos donde se alojaban los que venían de fuera, lo que ahora hacen en el Hogar de Santa Margarita. Y por eso estaban siempre aquí», explica. Otra de sus hijas, Marta, le pide que me cuente lo bien que canta. «Canto a mi manera, pero no me sé una canción completa», sentencia Suso.