El año que fuimos astronautas

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Hay algo de película de la NASA en el modo que tenemos de prepararnos para salir a la calle con esto de la pandemia

23 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay algo de película de la NASA en el modo que tenemos de prepararnos para salir a la calle con esto de la pandemia. Uno está delante de la puerta, antes de animarse a convertir la visita a la panadería en la gesta del día, y no se atreve a girar la manija sin haber revisado antes el protocolo: mascarilla de repuesto, gel hidroalcohólico, llaves, móvil. Solo nos falta contar hacia atrás en inglés antes de salir al descansillo, que siempre fue una prolongación de la casa que se había deslizado hacia fuera por debajo de la puerta para acomodar el paragüero y ahora es la frontera con el temible mundo exterior. Si tuviésemos que dibujar un mapa, sobre el rellano de la escalera escribiríamos «aquí hay dragones», que era la frase favorita de la guía Michelin de los monstruos medievales.

Me imagino que los astronautas, cuando ven el mundo desde su escafandra, también escuchan su respiración a lo Darth Vader, que es como nos oímos a nosotros mismos al subir una cuesta con mascarilla. Y su universo será también un universo empañado, como el que observamos los miopes, que ya no sabemos si vemos mejor con las gafas empañadas o sin gafas, con las dioptrías sueltas.

En esta epopeya de barrio en que se ha convertido la vida, somos como esos primeros cosmonautas rusos que salían del módulo espacial atados por un cable y aterrados ante la idea de quedarse flotando en la eternidad si el cordón se rompía. Nosotros, que de niños en los ochenta sobrevivimos a una ciudad que parecía El pico con subtítulos en koruño, nos asomamos ahora a la calle como si fuese el espacio exterior de Star Trek, rezando para volver cuanto antes sanos y salvos a la nave nodriza.

Son tiempos extraños, incluso para ser astronautas. No podemos ir a Aranga, pero hemos llegado a Marte.