Mishima, la rabia suicida del último samuray

m. lorenci MADRID / COLPISA

A CORUÑA

El autor japonés es una controvertida figura de culto, una suerte de Da Vinci nipón de tendencias fascistoides, dotado para casi todas las artes, que mezcló fanatismo, nacionalismo y misticismo

25 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El 25 de noviembre de 1970, en una soleada mañana, Yukio Mishima blandía contra sí una espada corta para poner fin a su vida con el ritual del sepukku. Poco después, Masakatsu Morita, uno de los cuatro veinteañeros que le acompañaba en su teatral harakiri, decapitaba al escritor tras tres intentos fallidos. Con 45 años, Mishima era el autor japonés más conocido y celebrado en Occidente. Una controvertida figura de culto, una suerte de Da Vinci nipón de tendencias fascistoides, dotado para casi todas las artes, que mezcló fanatismo, nacionalismo y misticismo e incluyó su vida en su poliédrica obra. Con su suicidio quiso denunciar la podredumbre moral del Japón moderno y ajustar cuentas consigo mismo.

Se cumplen 50 años de su final y al calor del aniversario aparece Yukio Mishima. Vida y muerte del último samurái (La Esfera de los Libros), ensayo biográfico en el que el profesor Isidro-Juan Palacios quiere desvelar «el misterio envuelto en arte» que a su juicio fue Mishima. Explicar cómo «en la cima de la gloria, pudo morir como lo hizo».

«Quiero hacer de mi vida un poema», repetía Mishima, que se abrió el vientre escoltado por jóvenes uniformados, en una instalación militar con público, y conforme al milenario ritual de los guerreros samuráis. Poeta y esteta, no soportaba ver cómo su mundo simbólico se venía abajo. Ultranacionalista de mente atribulada y psicología retorcida, matándose rechazaba a la sociedad nipona de posguerra que consideraba corrompida, sin espíritu, alejada de la tradición que la hizo gloriosa. «Al dejar al mundo un testimonio fiel de semejante compromiso, rubricándolo en sangre, asumió y realizó en sí mismo una de las muertes voluntarias más inimitables», dice Palacios, que dedicó al escritor su tesis doctoral.

Nacido en 1925, hijo del desarrollo industrial nipón anterior a la Segunda Guerra Mundial, a su muerte dejó 244 obras entre novelas, ensayos, cuentos, piezas teatrales y guiones de cine. Dominaba el japonés medieval y hablaba varios idiomas europeos. Codirigía y actuaba en sus propias películas y obras teatrales. Calígrafo y maestro de kendo, piloto de reactores, atleta y capacitado orador, fundó el Tate-no-kai (Sociedad del Escudo), un ejército privado para el que reclutó a un centenar de jóvenes que adiestró en disciplinas militares.

Su obra cumbre fue póstuma: la tetralogía El mar de la fertilidad, cerrada con La corrupción del ángel, cuyo manuscrito entregó a su editor el día de su suicidio, que planeó durante un año. «Un genio como Mishima aparece cada trescientos o cuatrocientos años», dijo Yasunari Kawabata, nobel de literatura en 1968 y que se preguntó hasta su muerte, también por suicidio en abril de 1972, cómo le premiaron a él y no a Mishima, «que lo merecía mucho más».