Los vecinos de Sada claman por una solución tras verse desbordados otra vez por las inundaciones

A CORUÑA

Varias familias han tenido que pasar la noche en un hostal al ser desalojadas de sus viviendas por la crecida del río Maior. Elsa desborda la comarca coruñesa. Un pez nadando en el salón

18 feb 2020 . Actualizado a las 19:34 h.

Impotentes. Así se sentían este jueves muchos de los vecinos de la zona de As Brañas, en Sada, al verse afectados otra vez por las inundacionesBarro, agua y muebles subidos es la imagen fija de viviendas y negocios en la zona de As Brañas, en Sada, también residentes con mangueras y escobas intentando desalojar toda la suciedad que entró en garajes, casas y negocios. Mismo escenario que en el 2016 y similar indignación para muchos de los afectados. «Esto es siempre igual. Hace tres años lo mismo. Hoy todo perdido otra vez. Las bombas de agua llegaron a las dos de la mañana cuando desde las 18.00 horas ya estábamos inundados y no entiendo cómo pueden tardar tanto sabiendo que es una zona con riesgo de inundaciones. Esto es penoso», lamentaba Miguel, propietario de un bar y uno de los más afectados por la crecida del río Maior.

«Me sale 250 euros diarios abrir la puerta y la otra vez perdí 21 días», apunta. Explica que el agua alcanzó los 40 centímetros. «Desde las seis y media de la tarde comenzó a subir, bajó y a las ocho entró el agua a mogollón» rememora y resume con un «todo perdido» la situación del negocio, mientras limpia la máquina de tabaco. «La única solución es irme del barrio. Cada año tengo cuatro o cinco inundaciones. A lo poco que llueve ya entra el agua», señala.

También María Casal, la peluquera víctima de la gran inundación del 2016, volvió a tener que luchar contra el agua. «De esta vuelta fue algo menor, me pilló dentro y subimos lo que pudimos, lo apartamos para atrás y mi cuñado me hizo un parapeto», explica señalando un pequeño murete para impedir que el agua le entrara en una estancia. Cogieron ladrillos para subir los muebles, pero a algunos llegó el agua. María Casal asegura que los sacos de arena distribuidos por el Concello llegaron tarde. «De está vez fue un susto», dice por comparación y afanándose en limpiar para no perder citas.

Efectos de la borrasca Elsa en Sada
Efectos de la borrasca Elsa en Sada Ángel Manso

Leonardo Vidal, de Telas M y L, lo primero que hizo fue llevarse a sus suegros a su casa cuando temieron que volviera a inundarse. Viven en una vivienda baja, donde trabajaban a primera hora un servicio de limpieza para hacerla accesible. También previsor en el negocio, subió todo lo que pudo las máquinas. El agua le alcanzó la altura de un zócalo y espera solo contar con desperfectos en algunos muebles bajos. «Contra a natureza, xa o din os vellos, non hai nada que facer», comenta.

El regidor del municipio, Benito Portela, informaba a primera hora del jueves que «Xa baixou o río, non tanto como gustaría pero si que xa baleiramos todas as rúas coas bombas de achique, que xa pararon de funcionar agora fai un rato». También indicó que hubo familias que «prefiriron pasar a noite nun hostal. Varios veciños tiveron que ser desaloxados». 

Desde la Xunta se indicó que Augas de Galicia está trabajando en la redacción de una propuesta de convenio, que a principios de enero remitirá, para fijar el desarrollo de las obras de prevención de inundaciones en Sada. La propuesta consiste en que el Concello redactaría el proyecto, Augas se encargaría de la ejecución y la financiación se repartiría a tercios.

Hubo más calles que se vieron desbordadas por el temporal. Nieves Galán vive en el 16 de la calle Culleredo, una de las más afectadas junto con Abegondo, Cambre y A Lagoa. La otra vez salió en barca de su casa con su padre nonagenario y tuvo que ser realojada. «Es una hecatombe y no tiene arreglo», resume. El tiempo ha hecho mella en ambos, su padre acabó esta mañana de jueves en el centro médico, ella se mueve con un andador que dice que le resbala en una casa que continúa con mucho barro y agua.

«No puedo entrar en la cocina, tuve que mandar a mi padre a desayunar fuera y ahora tiro para el centro de salud a atenderlo», relata diciendo que tiene todo destrozado, muebles nuevos, salvó el sofá que los vecinos le subieron a unos ladrillos.

En la rúa Culleredo también vive Manuel Cotos. Optaron por quedar en casa a donde llegó el agua al bajo, aunque les ofrecieron alternativas, reconoce. Su familia es doblemente afectada, porque su suegra, de 91 años y que se llevaron a residir con ellos, tiene una casa en la misma calle. En ambas entró el agua, superando el escalón de entrada y alcanzando los 20 centímetros. Echa la culpa al relleno realizado en su día, que tapó el rio. «Conflúen tres ríos e as infraestruturas son moi vellas», comenta. Dice que echó en falta el protocolo de actuación prometido tras las inundaciones del 2016 y cuestiona que no se suspendiera el pleno que se celebró el miércoles tarde, cuando el agua ya amenazaba las casas. «Os operarios estaban desbordados», indicó y asegura que a los vecinos les hubiera gustado que los políticos estuvieran con ellos. Cotos también explica que en la anterior gran inundación los medios fueron mayores. Muy crítico con las obras que se están ejecutando en Cantalarrana, el barrio muy afectado, volvió a insistir en que es necesario limpiar el río en el tramo que está entubado, ya que cree que el depósito de materiales es lo que provoca que no desagüe con normalidad.

En la calle de A Braña también se encontraba la misma frustración y enfado. «Entendemos que un temporal de estas características es imprevisible, pero lo que no consentimos es que nos falte, como en el 2016, la ayuda del Ayuntamiento. Al final tenemos que poner nuestros propios medios y alquilar bombas de achique. Pedimos por activa y por pasiva que venga y aquí no aparece nadie. Somos la calle olvidada», indica Montse Sánchez, residente del barrio. El agua alcanzó los 40 centímetros y los bomberos estaban esta mañana achicando.

Por ello exigen que realicen las obras necesarias y se solucione el problema. «A Sada la inundan las malas infraestructuras. Han reconectado tres ríos en un solo cauce. Les pedimos a las tres administraciones, que son las que tienen secuestrada al obra, que la hagan de una vez», comentaba Manolo, de la Asociación Vecinos Unidos de Sada. «Se echan las culpas entre ellos y esto no puede ser», añade Miguel. 

Fernando Fariña, que reconoce que es un «día nefasto». Conoce en propia carne el problema, asegura que desde el 2016 llevan pidiendo a Augas una actuación para que no se repita las inundaciones. Por el momento, siguen a la espera de que la Xunta dé el visto bueno a las obras, que cuentan ya con el compromiso financiero de Concello y Diputación.

El alcalde, Benito Portela, corrobora los avances en la negociaciones, pero reconocía, durante su visita a la zona, que es «frustrante» ver los nuevos negocios.

María Nogareda, portavoz municipal de Alternativa dos Veciños en Sada indicó que «Non podemos seguir agardando por unha solución que non dá chegado. Os riscos e a urxencia son incuestionables. Despois do que pasou no 2016, o de onte podería terse evitado se a Xunta asumise as súas competencias».

Los vecinos limpian mientras se preparan para las nuevas amenazas de lluvia. «Prepárense para esta noche», avisa una hostelera a sus clientes, mientras entre ellos se enseñan fotos de los daños.

En Miño también se registraron muchos incidentes. Los más graves en Perbes, donde varias viviendas se inundaron y sufrieron importantes daños.

Sergio Martínez limpió la casa más afectada por el agua en la avenida de María del Carmen Estévez, en Perbes, que es de unos familiares. «As seis non pasaba nada e as oito e media xa estaba coma un mar», indica mostrando los daños visibles en el jardín donde arrasó con figuras y una malla de protección; en la cocina, donde desplazó un mueble de metro y medio, y en el interior lleno de barro que afectó a todas las estancias y donde después de achicar era visible la altura de unos 40 centímetros que alcanzó el agua en la cocina e incluso en la ropa de cama. «Fue muy duro, hizo un efecto ola dentro», comenta. Los propietarios fueron alertados y vinieron de noche desde Baracaldo, en Vizcaya. La dueña, Concha Reboredo, reconocía que por las cámaras veían cosas flotando por la casa y no se explicaban qué pasaba.

Mientras, en la playa, la riada se llevó la arena y dejó al descubierto la canalización de un pequeño río.