El tiempo del «Homo coruñesis»

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

16 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Me dice una amiga que no es coruñesa que flipa con la rapidez que tenemos para vestirnos y desnudarnos. Entiéndanme bien, lo poco dados que somos a hacer el cambio de armario de una manera progresiva. Aquí un día tenemos la parka, y al día siguiente las sandalias, pero, claro, lo que no sabe mi amiga es que no estamos para perder el tiempo en transiciones meteorológicas. Que cae el verano en domingo, pues hay que darlo todo y lucir todas las novedades que hemos adquirido para repetirlo esa otra vez que caiga el verano en sábado. En Coruña, si hay un lugar físico en el que suela caer el verano es en la puerta de Mango, sí, sí, sí. Allí donde se esperan al mejor abrigo los adolescentes. Esa puerta, junto con las terrazas de la Marina, la zona del Parrote y el rincón de Matadero son de los solariums que podemos permitirnos los coruñeses, mucho más abiertos a bajar a tomar el aire y salir volando.

Lo que más me gusta de nosotros es el conocimiento milimétrico de cada esquina, de cada avenida, de cada calle y cómo se replica en esa capacidad nuestra de vestirnos y desnudarnos en un minuto. Esa anticipación puede hacer que alguien llegue del Cantón achicharrado (es una exageración) y unos segundos antes ya se haya enfundado la chaqueta porque sabe que lo que le espera es la frialdad de Juana de Vega y todos los túneles que vienen de Riazor.

No sé cuál es con exactitud la calle más fría de Coruña, pero todas las apuestas se centran en Rubine, donde puedes entrar con 40 años y salir rejuvenecida con una década menos porque ese huracán te hace de pronto un lifting que te permite llegar a la plaza de Pontevedra sin arrugas y, por supuesto, con otro peinado más moderno.

Hay quien apuesta por otras opciones y cree que en la ronda de Outeiro, a la altura del Agra del Orzán, está el epicentro del frío. La ronda es una vía terrorífica para estar bien aclimatado, porque allí el verano que anuncian los meteorólogos jamás ha llegado. Ningún vecino lo recuerda y existen testimonios certeros de que cada vez que uno sale del portal puede volver para adentro congelado. O llevado por el viento cuesta abajo. Nunca se sabe en esta ciudad que ha sido concebida como un enorme barco.

Así que de babor a estribor se cuelan enormes túneles que nos abducen a un tiempo anterior, a una etapa terrestre primitiva, como todos los soportales de Riazor en los que es imposible caminar erguida. Una ahí siempre va con la chepa asomando y la cabeza hacia adelante por lo que pueda pasar. El Homo coruñesis tiene esa sabiduría frente a la adversidad. ¿Y qué decir del Ventorrillo que, como su nombre indica, es un huracanillo, huracanillo? Para aire, es verdad, el de la Puerta de Aires, y si quieren vivir en Invernalia, donde ahora se reclama el Trono de Hierro, vénganse para Labañou. Allí el verano es todavía una esperanza.