La Ciudad Vieja se queda callada

A CORUÑA

CESAR QUIAN

Estábamos allí para despedir a Ana López Casal, que durante tantos años nos mimó desde el otro lado de la barra de La Jarra Melada

09 abr 2019 . Actualizado a las 12:07 h.

El jueves, a las cinco de la tarde, hacía un día de entierro en San Amaro. Llovía como solo sabe llover en A Coruña: a mares. Y, teniendo en cuenta que lo de A Coruña no es un mar, sino todo un océano, el mismo Atlántico al que una madrugada se hizo un grumete llamado Ismael para conocer la parte líquida del mundo, que aquí llueva a mares es mucho llover.

Bajo los paraguas aguardaba en silencio la Ciudad Vieja en pleno. Estábamos allí para despedir a Ana López Casal, que durante tantos años nos mimó desde el otro lado de la barra de La Jarra Melada -o sea, Virtudes-, el bar del casco histórico que no era un bar, sino una casa con las puertas siempre abiertas donde todos nos hacían sentir parte de la familia.

Al volver desde el cementerio a la Ciudad, los que todavía nos resistimos a creer que Ana ya no está paramos en lo de Manolo, lo de Carmen, o sea, el Concord. Bebimos en su memoria, en recuerdo de una persona que era buena en el buen sentido de la palabra buena y que fue fulminada por esa muerte que reparte tan mal sus cartas -sí, ya sé que todo el mundo recibe al final la suya, pero me refiero al orden de la baraja, que se lleva a los buenos y nos deja a las malas hierbas que se resisten a largarse al otro lado de las cosas-.

Luego recogimos a Alicia de su clase de yudo, justo enfrente del Concord, en el cole del barrio, que antes se llamaba Montel Touzet y ahora, gracias a Dios y a la Ley de memoria histórica, luce el cartel de Cidade Vella.

Volvíamos de la mano a casa y Alicia -amiga de la pequeña Carmen, la sobrina y ahijada de Ana-, con esa clarividencia que solo te dan los ocho años, me soltó muy seria una de esas frases con las que casi a diario me deja perplejo:

-Nos estamos quedando sin personajes en el barrio. Primero se muere El Maño -Luis Caínzos Pita, el centenario medio coruñés medio zaragozano que cada año volvía a su ciudad natal para pescar xardas en las aguas del puerto- y ahora se nos va Ana.

Cuando pronunció la palabra personajes, claro, lo que quería decir es que se nos está marchando gente muy conocida y, más que nada, muy querida por todos en la Ciudad Vieja. Me quedé pasmado, rumiando la sentencia, así que me limité a asentir.

De camino a San Francisco, no quise pasar por Veeduría, la calle de La Jarra Melada, y, de la mano de Alicia, enfilé por Puerta de Aires hacia la Colegiata. Al pasar por el atrio de Santa María, ya llovía algo más mansamente. Entonces Alicia, pensando en que ya no está Ana y que todos nos hemos quedado más solos en el barrio, me noqueó con otra de sus frases:

-¿Verdad que la Ciudad Vieja está ahora más callada?