¿Quién da la vez para subir a la Torre de Hércules?

LA VOZ A CORUÑA

A CORUÑA

ANGEL MANSO

La nueva gestión de la entrada acaba con colas diarias de una hora y media

12 ago 2017 . Actualizado a las 01:21 h.

Ayer fue el tercer día del nuevo sistema de gestión de visitas a la torre de Hércules y el panorama al pie del edificio estuvo más despejado que nunca. Soplaba el nordés con fuerza 5 -6 por momentos- y hubo que cerrar por seguridad la terraza dieciochesca del faro, a la que con tanto anhelo ascienden los turistas para vivir la experiencia del farero y ver con sus ojos la misma inmensidad oceánica. Son 234 peldaños que ayer quedaron en 199, hasta la gran cornisa que señala el remate de la estructura romana, cómodos para subir, «no muy altos, no eran defensivos», explicó Sabela, trabajadora del Consorcio de Turismo y una de las encargadas de dar la bienvenida a los visitantes, a Carmen Céspedes, una señora de Madrid interesada «en las panorámicas» que, con cierre de azotea y todo, decidió subir con una amiga y bien que hizo, a tenor de su expresión 20 minutos después: «¡Fabuloso, fabuloso!, ahora nos vamos que se marcha el autobús».

Sin vistas por viento

Uno a uno, Sabela informó a los visitantes del cierre de la azotea, mitigado parcialmente por las vistas desde las ventanas, que solo están orientadas al mar como corresponde a un faro y a una zona de atalaya de vigilancia, y para las que siempre está la alternativa del monte de San Pedro, allí sí, «con la mejor panorámica sobre la ciudad», elogió la trabajadora.

En la puerta de la oficina de recepción no había rastro de las colas de «hora, hora y media» que impenitentemente se formaban hasta este mismo martes para conseguir una entrada al edificio, a 3 euros (1,5 euros, tarifa reducida) que incluyen el pase al área arqueológica y al edificio. «¿No hay descuento si la azotea está cerrada?», preguntó un turista en inglés. No, la visita a la cocorota es un plus que ni se cobra ni se rebaja, según le informaron.

El nuevo sistema a pocos cogió desprevenidos porque pocos conocían el anterior. Funciona «como en la pescadería, consiste en dar la vez», trasladó un señor a sus acompañantes en traducción libre de la charleta que acababa de ofrecer Sabela: a saber, un grupo cada 20 minutos -la duración de la visita-, 32 personas en cada grupo y una colección de tarjetas con la hora de entrada que los responsables de la recepción van entregando a los visitantes conforme se van llenando los cupos. «Está muy bien, el tiempo de espera lo dedicas a dar una vuelta y pronto entras. Tenían que hacer lo mismo con el aparcamiento, que no sirve para nada porque tiene 250 autocaravanas instaladas», criticó Enrique García Blanco-Traba, un joven de Madrid que veranea en Valdoviño «desde hace generaciones» y no ha dejado de celebrar el clima, la comida, la gente de Galicia, aunque observa una preocupante masificación del turismo que llegó al acabose en el Parque Nacional das Illas Atlánticas, en Cíes, con «residuos por todos lados y buceadores de los barcos fondeados en la playa de Rodas».

Hércules, griego o romano

Marina Fabra, estudiante de Derecho e hija de un trabajador del Banco Pastor en Barcelona, acaba de hacer el Camino entre Pontevedra y Santiago y ayer recorrió por primera vez la ciudad en compañía de sus padres. Encontró descuidada la Ciudad Vieja, le extrañó el tráfico adosado al paseo marítimo y buscaba el sentido del propietario de la Torre: «Hércules era un dios griego y el faro es romano, no tiene lógica...», sugirió la mujer.