En las fauces del león de Correos

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

10 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A Correos y Telégrafos se iba mucho cuando el mundo era de papel. Eso era más o menos cuando en el estanco, además de papel de liar king size, vendían certificados médicos y papeles oficiales con tantos cuños, sellos y timbres que parecían la pechera llena de medallas de uno de esos veteranos de la Segunda Guerra Mundial que sacan a airear los americanos o los rusos por los aniversarios.

Lo de apellidar Telégrafos a Correos es un añadido que suena a peli del Oeste y a aquellos postes que uno veía pasar desde la ventanilla del tren, aguardando a que apareciesen en cualquier momento los pieles rojas o los forajidos y asaltasen el ferrocarril. Los postes del telégrafo ya no se ven en las praderas, pero aún hay gente que manda telegramas, que quedan muy solemnes y se firman con frases trasnochadas, póngame a los pies de su señora, stop.

A la espera de que volviese la caravana del circo con sus fieras y trapecistas portátiles al descampado de Riazor, el único león que teníamos a mano los niños de los ochenta eran los cuatro buzones leonados y melenudos que aún hoy otean la Marina desde lo alto de la escalera de Correos, donde un avispado funcionario, para despejar dudas, grabó bajo la papada de bronce del león la palabra buzón.

Estos no son los leones del Congreso, que pisan su esfera con un gesto técnico muy de mediocentro, sino las bestias domésticas y desdentadas que definen los cuatro puntos cardinales de la geografía sentimental coruñesa. Aunque la guerra y la política han desdibujado los países que chapamos en el atlas de EGB, a los leones de Correos y Telégrafos nadie ha osado tocarles su geografía, que divide la Tierra en cuatro continentes inéditos, según los letreros de metal añejo que llevan colgados del pescuezo como si fuesen el barrilete etílico de un san bernardo: 1.º Resto de España; 2.º Madrid capital, Barcelona capital, internacional; 3.º A Coruña provincia; y 4.º A Coruña capital.

Ramón Gómez de la Serna, que solo aspiraba a lucir en su tarjeta de visita el título más importante del periodismo contemporáneo, cronista de circo, contaba que el gesto más hermoso de todos es el del domador (mejor todavía si se trata de una domadora) que se tumba a dormir sobre una cama de leones en medio de la pista.

Tal vez ahora el gesto más hermoso del mundo, por irreverente y heterodoxo, sea escribir una carta a mano con tinta china (como si hubiese todavía algo que no fuese chino), introducirla en un sobre, ponerle un sello de los de lamer la gomilla y luego deslizarla en las fauces del león que corresponda. Una pequeña insurrección para demostrar que aún somos zombis analógicos en la galaxia digital.