Tal vez mañana el Deportivo, muy dado últimamente a subir y bajar de división, ascienda de nuevo a Primera. Cuando el ascenso de 1991 la juerga fue colosal, épica, de uci móvil. Casi (solo casi, claro) tanto como la de mayo del 2000, cuando ante el Espanyol se esfumaron todos los espectros del malditismo en Riazor. Antes del 91 toda una generación estuvo condenada a elegir un equipo suplente en Primera (Barça o Madrid) para superar el trauma de que el Dépor no figurase en las postalillas de Panini.
Ahora la chavalada está muy mal acostumbrada y se cree que la vida es bonita, que todo es ganar ligas, eurocopas, mundiales. Pero hubo un tiempo, cuando Riazor era el estadio del barrio, en que lo más divertido de la tarde era oír al veterano locutor repitiendo, como una letanía, desde la torre de Maratón:
-Tintorerías Mil Colores siempre serán las mejores.