Así se hace un choqueiro

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Álvaro, para muchos el alma del carnaval coruñés, se transformó en Pamela Anderson

05 mar 2014 . Actualizado a las 13:03 h.

Aunque calce zapatos de mujer, menee el pompis como mujer y peine peluca de mujer, Álvaro Segade es un señor de los pies a la cabeza. De los que ya no quedan. Porque nadie queda ya en la calle de la Torre como este coruñés de Labañou, para muchos, el último choqueiro, el que disfruta del carnaval sin compañía, el que lo vive sin gastar ni en horquillas. Revuelve el armario, busca lo más chillón, lanza la ropa al aire y donde le caiga ahí queda. En definitiva, un sinvergüenza en el mejor de los sentidos. La calle de la Torre es donde se pavonea. Su sambódromo.

Álvaro se muestra esplendoroso a sus 42. Su disfraz se compone de taconazos, bañador butano, peluca chillona, un mechón en la barbilla que le queda como un monóculo a un marrano y, fundamental, una barriga sobresaliente (natural, no comprada en un chino). Dice que va de Pamela Anderson en Los Vigilantes de la Playa. Como ven, dos gotitas de agua.

Pero salta a la vista que él no está operado. Solo afeitado -únicamente se quita la barba la víspera del martes de carnaval-. Tampoco es aquel muchacho espigado que recorrió el mundo con el Ballet Gallego Rey de Viana, donde estuvo diez años. Hoy se las ve y se las desea para contener la hemorragia de morcillas que luchan por escaparse de un bañador que en absoluto le sienta como un guante. Es parte del disfraz, «que me salgan las lonjas y que la gente disfrute de mi cuerpo», dice orgulloso.

En la calle de la Torre, los paseantes lo acribillan a fotos y piropos. Él posa lascivo. «Yo solo quiero hacer reír y que la gente se ría conmigo». Esa costumbre de decorarse el cuerpo y la piel hasta que los gusanos quieran lo lleva dentro desde los 4 años, cuando se disfrazó por primera vez. Fue de D?Artagnan. Solo una vez volvió a vestirse de hombre. Y nunca más.

Casado con Marisol, que es quien le pinta los labios, se compara con un torero. Cuenta orgulloso que la víspera no es capaz de pegar ojo. Pone sus galas sobre la cama, bien dispuestas, y se viste como una tonadillera. Si hay algo que nadie duda es que Álvaro tendrá algún año su placa en la calle de César San José. Se la merece. Por ser todo un señor y lucir tan hermosa.