Muertos vivientes en procesión

Noelia Silvosa
Noelia silvosa A CORUÑA/ LA VOZ

A CORUÑA

El festival «Freakmacine» organizó un desfile promocional en el centro

24 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Sustos, gritos, y mucha sangre. Este es el resumen que dejó la marea de muertos vivientes que ayer invadió la zona centro de la ciudad. Organizada por el festival Freakmacine, que hoy concluye en el Centro Galego de Artes da Imaxe a las 18 horas, la iniciativa logró despertar una gran expectación. La meta de tan tétrica comitiva era la Fundación Luis Seoane, donde a las 20.30 horas se proyectó una serie de cortometrajes. Todo comenzó a las 19 horas en el Obelisco, momento en que empezó a producirse un incesante goteo de zombis. La reacción de los viandantes no se hizo esperar. «¿Pero esto qué es?», se oía por todas partes junto a rostros atónitos.

De pronto, un remolino de transeúntes rodeó a los muertos vivientes. «¡Quiero una foto!», exclamaba la mayoría. Entonces los cadáveres se convirtieron en espontáneos modelos que bien podrían haber pasado por profesionales. Tras cientos de fotos, el delirio no tardó en llegar con los verdaderos reyes de la marcha. Un hombre de ojos casi blancos con el cuello desgarrado y una pareja de recién casados con el párroco. Pero había que dar el toque de humor, y para ello estaba una joven zombi en pijama, con una tila en la mano y los rulos a la cabeza.

«¿Qué os pasó?»

El reloj marcó las siete y media y el paseo comenzó. El tapón que se había formado hasta la entrada de la calle Real se diluyó, y fue entonces cuando los muertos vivientes la tomaron. La estupefacción de los viandantes se hizo todavía mayor, pues para nada aguardaban tal estampa. Los zombis eran conscientes de ello, y lo disfrutaron. Raquel, integrante del cortejo, comentó: «Una niña se me acercó y me dijo. ¿Qué os pasó?».

Sus cuerpos descalabrados y sus rostros desfigurados causaron sensación, al igual que sus impresionantes estilismos. Ni siquiera la muerte logró detenerlos cuando se abalanzaron hacia un mimo que desarrollaba tranquilamente su trabajo, o cuando intentaron tomar algún que otro local comercial. Una tarde de terror verdaderamente inesperado.