Silencio sobrecogedor en el adiós a los mellizos de Monte Alto

r. domínguez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Vecinos y amigos acompañaron a la familia de los pequeños asesinados

24 ago 2011 . Actualizado a las 11:32 h.

Difícil no encogerse ante la imagen de dos féretros prematuros cruzando el umbral de San Amaro, un cementerio que ayer enmudeció para despedir a Alejandro y Adrián, los mellizos de 10 años de Monte Alto asesinados el domingo a golpes por el compañero sentimental de su madre, Mar Longueira.

Ella, sombra de luto ante una realidad tan cruda que todavía parece increíble, fue arropada ayer con la presencia silenciosa de los muchos vecinos que a mediodía de ayer decidieron hacer un alto y acudir al cementerio para acompañar a una familia sin consuelo.

Pésame

Desde media hora antes del sepelio, en la balaustrada de acceso al camposanto se apostaron las gentes del barrio, compañeros del cercano colegio Víctor López Seoane, donde los niños estaban escolarizados desde los tres años, amigos, conocidos de la zona y ciudadanos apenados por una desgracia ajena, tanto mayor por pequeñas las víctimas.

Una niña acunaba paciente un ramo de flores en la espera de un cortejo fúnebre al que se sumaron prácticamente al completo los concejales del gobierno municipal, que transmitieron el pésame a los más cercanos de la familia. Al padre de los niños, Pablo Bergantiños, y también al hermano mayor de los pequeños, el joven David, cuyo rostro desencajado era ayer la imagen más abierta de la conmoción por lo ocurrido.

Pocos pudieron tragar saliva cuando ambos, padre y hermano, compartiendo el dolor, se fundieron en un abrazo y aún menos cuando, acompañados por amigos, familiares y vecinos, levantaron a hombros los ataúdes de Alejandro y Adrián. Mientras, la madre, agarrada de la mano por el padre de David, reflejaba el pesar de quien todavía no alcanza a comprender la sinrazón de la tragedia.

Un rosario de coronas y ramos abría una comitiva callada, que bajó hacia el pasillo donde ahora descansan los cuerpos de Alejandro y Adrián a paso rápido. Compañeros del colegio, del trabajo de sus padres, amigos, primos... enviaron en rosas, blancas en su mayoría, el último mensaje de recuerdo. Dos de ellas reposaban sobre los féretros, claros y pequeños, de los niños.

Psicólogos

Dos psicólogas del servicio de atención de emergencias 112 custodiaron durante la rápida despedida a la madre y a la abuela, igualmente perdida ante la sucesión de unas imágenes de las que pocos, aún ajenos a la familia, podían aislarse en un cementerio sobrecogido y en respetuoso silencio. Ni tan siquiera los propios funcionarios del cementerio municipal de San Amaro, acostumbrados a trabajar a diario con el adiós, pudieron reprimir en sus caras las señales de lo amargo del momento.

Solo las escenas de dolor, el llanto y los sollozos, a duras penas contenidos, rompieron el silencioso acompañamiento, una despedida en la que la madre se apuraba a dar un último beso sobre los ataúdes y el padre de los mellizos se aferraba, estirando el brazo hacia la madera, a no dejar escapar una última caricia.