El ciclón Bisbal arrasa en la playa de Riazor

Javier Becerra
Javier Becerra A CORUÑA/LA VOZ.

A CORUÑA

El público de A Coruña se volcó totalmente con el concierto, el primero del programa de las fiestas María Pita 2010.

02 ago 2010 . Actualizado a las 20:47 h.

La nueva arena de Riazor es desde ayer un poco más fina. Las cerca de 50.000 personas que, según Protección Civil de A Coruña, acudieron a la llamada del ciclón Bisbal bailaron lo suficiente sobre ella como para convertirla en polvo. Desafiando a la amenaza de lluvia y estirando un poco más de la cuenta el horario del domingo, allí se dieron cita todos: las veinteañeras que lo descubrieron de niñas pero que siguen abonadas en la primera fila, las mamás y papás que acuden ahora con sus pequeñajos y las abuelas que no dudaron en echarse a la calle para confirmar un hecho: que el artista de los molinillos y la pelvis descontrolada continúa siendo un fenómeno de masas.

Tocaba presentar el disco Sin mirar atrás y, precisamente, la canción homónima fue la que abrió la noche. Lo hizo al más puro estilo Bisbal, con una pequeña introducción, un ramalazo guitarrero, dos versos expulsados con fuerza desbordante («Melodía en tu boca al respirar / melodía en tus manos al tocar»), una explosión («¡Si!») y toda una marea de humana sumándose con sus saltos a la fiesta propuesta.

Esa secuencia, de unos escasos 25 segundos, fue la que necesitó el almeriense para tener a la audiencia comiendo de sus mano. Luego llegó Esclavo de sus besos, coreada a voz en grito desde la arena. Y, antes de arrancar Al Ándalus, se dirigió a la audiencia exaltando la bahía de Riazor: «Estoy encantado de estar aquí en esta playa maravillosa. ¿Preciosa no?». Obviamente el sí fue unánime.

Para entonces, los primeros datos de asistencia, que hablaban de 30.000 personas se quedan cortos. Riazor rebosaba de gente por los cuatro costados. Sobre el escenario, se proyectaba una enorme pantalla de leds y los hits caían un o a uno. Esta ausencia, Dame tu amor, 24 horas,... hasta que llegó el momento en el que que se cambió su pantalón punjabi y su cazadora vaquera, se enfundó un traje y dijo: «Voy a cantar una canción muy especial para mí. Pronto entenderéis por qué». Y sonaron los acordes de Mi princesa, la balada que compuso en honor a su hija. La ovación fue total.

Aunque nada comparable con el momento de canciones como Ave María o Bulería. Al cierre de esta edición estaba prevista otro gran éxito: Waving Flag, el himno oficial del mundial de futbol de Sudáfrica 2010.

Fans desde primera hora

Bisbal juega en otra liga diferente de la común en los artistas pop españoles. No se trata de ventas o llenos, sino del grado de sacrificio que sus fans. Durante la jornada de ayer se pudieron ver en la playa de Riazor abundantes muestras de ello. Y todas con un mismo objetivo: estar situadas lo más cerca y más centradas posible.

Pegaditas a la desembocadura del pasillo de la mesa de sonido, habían tomado posiciones ya el sábado Judith, Sara, Carlota y Natalia. Veinteañeras todas ellas, procedían de Girona, Madrid y Barcelona, en el caso de las dos últimas. Ya han alcanzado el grado de veteranas en seguir a su ídolo. No lo dudaron a la hora de pasar la noche a pie de escenario. Poca cosa, dicen. «En Barcelona la gente estuvo una semana», recordaba Natalia.

A primera hora se le unían tres amigas madrileñas, Arantxa, María y Marta. Todas se conocen por los foros del club de fans del artista en Internet. Para ellas, estas esperas forman parte de la experiencia de ver a Bisbal en vivo: «Claro, ves a tus amigas, hablas con ellas y te lo pasas genial», explica Arantxa. Solo este año ya lo ha visto al artista en directo cinco veces.

De Ferrol procedían Marigold, Noe, Maysa, Marta y Sergio, uno de los pocos chicos se habían acercado tan temprano: «Uno se siente importante aquí con tantas mujeres», comentaba entre risas. Alrededor, todo un cargamento de revistas Cuore, toallas, patatas fritas, agua mineral y todo lo imprescindible para la espera. «Se lo merece todo», insistía Maysa, al igual que sus colegas madrileñas.

Varias de estas devotas fueron recibidas por el artista en su propio camerino, haciendo gala de su fama de accesible. Lo mismo hizo con el alcalde, Javier Losada, y algún jugador del Deportivo, como Alberto Lopo.