Pinceles entre el pop y el surrealismo

A CORUÑA

Desde su estudio de Sada, esta ilustradora ha creado un mundo muy influido por el movimiento «lowbrow». Actualmente expone una parte de su obra en el pub 14!

31 may 2010 . Actualizado a las 13:22 h.

Se podría decir que los cuadros de Amaia Míguez son caramelos rellenos de veneno. A primera vista surgen inocentes, dulces y coloristas. Pero una segunda mirada permite ver matices más macabros que, por momentos, pueden llegar a turbar al espectador. «Sí, tienen un trasfondo siniestro», confirma la artista que admite, sin reservas, moverse dentro de esa ambigüedad: «Mis cuadros siempre tienen algo de inquietante. Para mí lo oscuro no tiene porque expresarse necesariamente con colores oscuros. También se puede hacer con colores vivos».

La historia de Amaia le resultará familiar a muchos de esos estudiantes frustrados que terminan en la Facultad de Derecho sin saber muy bien cómo y, una vez allí, desean escapar como sea. «Al segundo año de carrera, cuando tenía 20 años -recuerda Amaia-, me di cuenta que no podía seguir, que nunca iba a dedicarme a ello. Me matriculé en el curso de ilustración de la Escuela Pablo Picasso y ahora estoy haciendo la diplomatura de Diseño Gráfico, que es una disciplina muy relacionada».

Pese a esta inmersión en el diseño, la artista tira de las técnicas tradicionales. «A mí me gusta coger la paleta e ir creando», explica Amaia, que con los pinceles plasma en sus cuadros un universo particular en el que caben Kate Moss, Mickey Mouse, Frida Kalo, Sergio Mora o Arcade Fire. «Trato de mezclar diferentes cosas que me gustan y luego les doy un toque personal», señala.

El pegamento que une a todos esas referencias hay que buscarlo en el lowgrow, un movimiento artístico surgido a finales de los setenta en San Francisco y del que Amaia se considera seguidora. Esta corriente, que tiene sus orígenes en el mundo del cómic, la musica punk y las subculturas americanas, también se denomina surrealismo pop. ¿Una mezcla entre Dalí y Roy Linchestein? «Sí, puede ser algo por ahí, aunque esto siempre ha sido algo muy underground, alejando de las Bellas Artes».

En los cuadros de Amaia habita una contradicción: la de ser ilustraciones para libros que no existen. «Sí, es cierto», reconoce. De poder colar sus pinceles en las páginas de un autor lo tiene claro: «Me encantaría poderlo hacer con Óscar Wilde». ¿Y un disco? «Pues los Yeah, Yeah Yeahs», contesta esta fan de bandas como Depeche Mode e Interpol que ya ha asomado su cabeza en el mundo de la música: «Sí, los carteles de esta gira del grupo Igloo son míos».

La otra pasión de la pintora es la moda. Los vestidos de los años cincuenta y su exaltación de las cinturas de avispa se repiten de continuo en sus cuadros. «Me encanta los vestidos baby-doll porque resaltan la feminidad. En mis cuadros salen muchas mujeres». En contraposición, los hombres, parecen débiles, vulnerables, femeninos. «En muchas ocasiones salen ridiculizados. Por ejemplo este -señala uno de sus cuadros- lo he puesto con un disfraz de Hello Kitty. Es mi venganza particular», se ríe.