Una noche en los museos

A CORUÑA

La ciudad celebró el Día Internacional de los Museos con una jornada de puertas abiertas y actos extraordinarios en la que participaron cientos de personas

18 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Son las ocho de la tarde y la noche de puertas abiertas que el Ayuntamiento ha organizado para conmemorar Baixo as estrelas el Día Internacional de los Museos acaba de arrancar. Nuestra primera visita es a la Casa Museo de Pablo Picasso. La residencia de la calle Payo Gómez registra un actividad inusual. Dentro de la casa en la que Picasso residió con sus padres durante su etapa coruñesa, un grupo de quince personas escucha atentamente la voz de una actriz que, caracterizada de María, la madre del pintor, realiza una visita guiada por el domicilio. «Aquí pinta mi hijo Pablo la torre de caramelo que tanto le gusta», dice la mujer mientras muestra el estudio en donde padre e hijo trabajaban. La reconstrucción del domicilio descubre detalles minúsculos, como una paleta de colores en donde descansa un viejo pincel, y nos acerca a realidades cotidianas, como el cuarto de planchar en donde se amontonan las maletas que un día llegaron de Málaga.

Tras la retrospectiva por la vida infantil del genio, nos encaminamos al Kiosco Alfonso. Desde los jardines de Méndez Núñez escuchamos la música que suena en la entrada del edificio modernista y que nos revela que la jornada es un auténtico día festivo. Frente a la galería, dos bailarinas danzan ante medio centenar de espectadores. En el interior del Kiosco un solitario anciano contempla la exposición Cobra . Los cuadros del grupo vanguardista de mediados de siglo no reúnen a mucho público a primera hora de la noche, pero una de las responsables de la muestra nos confiesa que al menos 400 personas visitaron la exposición a lo largo de todo el día y nos dice que muchos de ellos lo han hecho a partir de las ocho de la tarde.

Nos detenemos un último instante frente a un óleo sobre lienzo de Karel Appel, observamos El chico salvaje y escuchamos el ruido de la música de baile que llega de afuera. Una pausa en el espectáculo nos anima a marcharnos. Próxima parada: el palacio municipal.

Son casi las once de la noche y las terrazas de María Pita son un hervidero, a los pies del monumento los niños juegan, y frente a ellos, un nutrido grupo de personas espera pacientemente su turno para visitar la sede del gobierno local. «Oiga yo quiero entrar», dice una mujer. «Espere un momento», le responde el agente de la Policía Local que custodia la entrada. La visita guiada por las instalaciones ha provocado la curiosidad de muchos. En la primera planta dos grupos de más de veinte personas disfrutan del recorrido. Mientras uno observa la colección de relojes el otro se entretiene con la lección del guía que revela los secretos de las tallas que adornan el salón de plenos. «Obsérvenlas con atención», dice, «no hay dos que sean iguales y el trabajo es una auténtica obra de arte», sentencia.

Nos detenemos un instante frente a la talla que recrea el traslado de la piedra del Destino y luego observamos el desembarco del duque de Lancaster. «Un desertor húngaro de la Gran Guerra que se instaló en la ciudad es autor de las tallas», comenta el guía. Abandonamos el escenario de los plenos con aspecto de teatro y nos adentramos en el despacho oficial. Banderas, pendones, libros de oro y plata... cientos de objetos nobles flanquean la mesa principal que pesa casi 2.000 kilos.

Pasa ya de la medianoche y nuestro recorrido está apunto de terminar. Última parada, el castillo de San Anton. Numerosos visitantes esperan el inicio del concierto organizado en el recinto amurallado.