«Hoy no se puede bañar usted»

J.?B. / A.?M. / R.?D.

A CORUÑA

12 mar 2008 . Actualizado a las 12:21 h.

La ola de curiosos fue tan grandiosa como la que un día antes pasó por el paseo marítimo como la navaja de un barbero. Centenares de coruñeses acudieron a Riazor para seguir de cerca los trabajos de desescombro y meter las narices de sus cámaras en la arena. Querían retratar el oleaje a cualquier precio. La mayoría se hubiese incluso mojado los pies en la fría orilla para llevarse un recuerdo más cercano si no es por la policía, que durante todo el día se las vio y deseó para controlar la marea humana.

El título al coruñés más osado se lo ganó ayer un hombre de mediana edad que salvó el cordón policial, se desvistió y se hubiese lanzado al mar si no es por un policía que lo frenó. No era día para baños, solo para baños de multitudes.

Más de 15 miembros de la Policía Local y de Protección Civil se encargaron, desde primera hora de la mañana, de precintar y vigilar que nadie se acercara a las zonas en las que golpeaba el mar o trabajaban las grúas que retiraban toda la balaustrada dañada.

Las Esclavas

Protección Civil rogaba a los paseantes que respetaran sus indicaciones, pero aún así, al mínimo descuido, muchos aprovechaban para colarse. A las 11.30 la policía tuvo que desalojar toda la zona de las Esclavas. «Las indicaciones están ahí por algo, las fotos se pueden sacar igual a diez metros», advertía Carlos García Touriñán, jefe de Bomberos en A Coruña.

Pero no los convencía ni el frío. Pelaba en Riazor y el Orzán, pero los centenares de curiosos se refugiaban al calor de la curiosidad. Lo querían fotografiar todo, ver todo. Cualquier ola, cualquier farola tirada, cualquier banco destrozado merecía un hueco en el álbum de fotografías.

Fueron multitud los que se saltaron a la torera la cinta plástica que servía de barrera. La sorteaban por la zona de las Esclavas, por la cala de San Roque o por la coraza del Orzán. A la policía le faltaban brazos para contener a los curiosos. Tan pronto impedían el paso a uno por la derecha le intentaba engañar otro por la izquierda. Y así todo el día, hasta las siete y media de la tarde, cuando comenzó a bajar la marea y el peligro desapareció. Entonces, el cordón policial se retiró. Claro que para esa hora, las olas ya no tenían la gracia de antes y la multitud comenzó a abandonar sus atalayas de la tribuna en la que se convirtió ayer Riazor.

Hoy se espera que la afluencia de gente a Riazor disminuya. El temporal recula y las olas ya no serán de foto.