Historias deshabitadas de la costa

Pacho Rodríguez A CORUÑA

A CORUÑA

Completan el accidentado paisaje por el que los barcos navegan y acceden a los puertos. Sus nombres son enigmas que, casi siempre, desvela la tradición de los marinos.

06 sep 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

A La isla Perejil fue el aserejé político del verano. Tenía todo: se repetía, todo el mundo hablaba de ella y fue noticia de primera. Ese Sealand sin dueño tiene su versión en el litoral coruñés. Carlos Arguiñano navegaría en su salsa por la costa. En un auténtico eslalon. Aquí hay Perejil para guisar toda A Coruña. Las islas narran historias deshabitadas. Son testigos invisibles de la tragedia y lo cotidiano desde un segundo plano en el que a veces ni tienen nombre. Y los que conocen alguno, sabios de mar, dudan con modestia si serán dignas de recordar. De punta Regueiro, en Arteixo, a isla Carboeira, en Miño, aparecen puntos rocosos como si estuvieran dispuestos para ser pisados por un gigante alérgico al mar. Fusilados en San Pedro La Guerra Civil española vivió uno de sus sangrientos capítulos en las islas de San Pedro, a pie de O Portiño. Como cuenta el historiador Carlos Fernández en su libro La Guerra Civil en Galicia , algunos pesqueros zarpaban desde el puerto con republicanos que huían de las tropas de Franco. En marzo de 1937, hubo una redada en la falda del monte y fusilaron a 18 personas. Algunos se libraron al tirarse al mar y escapar a nado. Los pescadores de O Portiño se las conocen al dedillo. «A veces, con la marea se ve un peñasco y se le pone nombre. A la primera isla se la llama Cetárea porque había un vivero. Y a la punta, Faroleiro, porque rompe con fuerza el mar. La del medio es la isla do Pe, porque cuando la marea está baja se puede pasar andando. El último peñasco es Ajión». Quien dice esto es Manuel Cadaveira, que tiene 75 años y es un GPS de carne y hueso que se calla nombres para no pecar de una pedantería que en él no existe. Aporta una curiosidad más: el lado de la segunda isla que da al océano es llamado por muchos pescadores la Costa Brava, por la fuerza con la que bate el mar. Y otra: una roca que sobresale en la tercera tenía la denominación de Mesón de Méndez. Otro pescador, en este caso Antonio Rumbo, explica que si alguien dice Los Tres Peones todos saben que son las pequeñas piedras que están a la entrada. Naufragios de Punta Regueiro Los naufragios son un recuerdo reiterado a pie de costa. En isla Redonda, un buque griego quedó encallado. En punta Regueiro, donde hay varios islotes en una accidentada zona, en los años treinta se hundió un mercante cargado de zapatos. Torre de Hércules Aquí la cosa se complica. Cuando la marea baja sobresalen muchas piedras. Las Galeras de San Pedro, la Costa de las Paredes, los Lapidos o Pixín, ya en la parte de Riazor, son nombres que desfilan por la costa. O Las Segundas, frente a la playa de Riazor. En O Boi Grande, en la punta del Orzán, una piedra aislada, hace cerca de treinta años embarrancó un barco. Murieron todos sus tripulantes. La historia, recordada desde Lorbé, cuenta que se salvó el cocinero. Tierra de cormoranes Los cormoranes piden paso para volar en las islas do Carbón y Carboeira. ¿Por qué sus nombres se refieren al carbón? Nadie contesta. Insistencia: «Puede ser porque allí hay muchos cormoranes. Y como son negros... Pero no lo pongas». Pero tiene su lógica. Otra versión alude a las explotaciones dedicadas al carbón vegetal que se transportaba después, principalmente, a la zona de Ferrol. El hundimiento del barco «Urquiola» Hay fisonomistas que apuntan que el islote Canabal se parece a la célebre Perejil. Cuando se hundió el petrolero Urquiola, el práctico del barco encontró en esta isla un flotador de roca. Había vida a la vista.