Manuel Serrano Marugán: «Diseñar un fármaco que frene el envejecimento aún no es algo realista»

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

CIENCIA

XOÁN A. SOLER

El investigador, uno de los mayores expertos en cáncer, trabaja en el diseño de una nueva generación de medicamentos relacionados con los mecanismos que comparten las enfermedades con el proceso de senectud

12 jun 2019 . Actualizado a las 19:07 h.

Todas las células de nuestro organismo se dividen. Es la vida misma. Pero las células tumorales son como un niño hiperactivo. Son extremadamente inquietas y no dejan de moverse en una multiplicación continua. Por contra, en la senectud este proceso se frena. Son como un viejo cansado que se va apagando. Las células dejan de multiplicarse, su proliferación se limita en un proceso conocido como senescencia celular. Puede pensarse, por tanto, que cáncer y envejecimiento son dos procesos antagónicos. Pero no lo son. Al contrario. Comparten mecanismos biológicos. Son dos manifestaciones diferentes de un mismo proceso: la acumulación de daños en el ADN. Este vínculo, compartido con muchas otras enfermedades, fue demostrado hace años, entre otros, por Manuel Serrano (Madrid, 1964), científico en el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB) y uno de los mayores expertos mundiales en cáncer y envejecimiento. Su estrategia pasa por entender mejor el envejecimiento para combatir el cáncer y otras patologías comunes. De ello hablará este lunes en A Coruña en un seminario que ofrecerá en el Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (Inibic-Chuac). Y por la tarde (19.30 horas) impartirá una charla para el público en la sede del Colegio Oficial de Médicos de A Coruña organizada por la Fundaciónn CorBI. Presentará las nuevas terapias experimentales que son capaces de eliminar células dañadas y, por tanto, frenar o revertir la progresión de múltiples enfermedades. Son los fármacos senolíticos, algunos de los cuales ya están en fase de experimentación clínica en pacientes. 

-Usted, entre otros, demostró que cáncer y envecimiento comparten los mismos mecanismos. ¿Será inevitable entonces tener un cáncer si llegamos a una edad avanzada?

-Evidentemente. Cuanto más envejecemos más riesgo tenemos de tener todas las enfermedades, no solamente el cáncer. El envejecimiento quiere decir riesgo de tener muchas enfermedades. Todas aumentan su riesgo. 

-Y usted, como experto en envejecimiento. ¿Cuál es el objetivo de su investigación, que podamos vivir más o vivir mejor?

-Esa es la idea, el envejecimiento saludable, aunque tengo que decir que esto no es algo nuevo, porque la longevidad saludable ya lleva aumentando muchos años. La diferencia está en que quizás ahora se puede empezar a pensar en tener estrategias farmacológicas para potenciarlo todavía más. El objetivo es ese, mantener el organismo saludable el mayor tiempo posible.

-¿A qué escenario podríamos llegar? Por ejemplo, ¿que una persona de 80 años dentro de un tiempo sea el equivalente a la de una de 50?

-Por supuesto, aunque eso ya ocurre hoy. Si yo miro a mi madre, que tiene 80 años, está bastante mejor que la misma persona de 80 años de hace 50 años. En eso es en lo que intentamos trabajar, en retrasar el período de multienfermedades, que es lo característico del envejecimiento.

-Habíamos hablado en otras ocasiones del diseño de verdaderos fármacos antienvejecimiento. ¿Serán una realidad?

-Voy hablar del escenario realista en el que trabajamos todos los días. Ahora ninguna empresa farmacéutica piensa en tener un fármaco antienvejecimiento. Eso no es realista. Lo que pasa es que en todas estas investigaciones una de las cosas que se ha visto es que en todas las enfermedades asociadas, cuando ocurren, están acompañadas de muchas células envejecidas, las células senescentes. Entonces, el objetivo realista, el que encaja en la farmacología tradicional, es el de tratar con estos fármacos enfermedades que tienen células senescentes. Por ejemplo, hay enfermedades gravísimas, para las que aún no existe tratamiento, como la fibroris pulmonar, en la que estamos trabajando, en las que sabemos que si eliminamos las células senescentes la enfermedad mejora. En eso trabajamos, en llevar las nuevas estrategias farmacológicas, derivadas del estudio del envejecimiento, a estos enfermos y ver si funcionan. Hay muchas enfermedades relacionadas con las células senescentes y son estas las que intentamos tratar ahora mismo.

-Pero, ¿y si ese abordaje funciona, podríamos tener una pastilla antienvejecimiento?

-Sí, en un futuro uno podría llegar a plantearse que estas mismas estrategias se puedan utilizar para una persona que está sana, pero que es vieja. Para retrasar el envejecimiento. Pero tratar a una persona sana que es mayor hoy en día no es una estrategia realista. Yo no estoy pensando en tratar a ancianos, sino en tratar enfermos. Es cierto que tiene menos glamur, pero es la realidad. Aunque ojalá algún día estos estudios sirvan para una persona que se está haciendo mayor. 

-Volviendo al estudio de las células senescentes. Usted trabaja con ellas en fibrosis pulmonar. ¿A qué otras enfermedades se podría aplicar esta estrategia?

-Una enfermedad que está despertando mucho interés en el mundo de las células senescentes es el alzhéimer, en la que se ha visto que muchas de las células de apoyo de las neuronas, las células glía, son senescentes, por lo que si se eliminan se consigue retrasar la enfermedad. 

-¿Y ahora mismo? ¿Existen ya fármacos senolíticos para el cáncer?

-En el trabajo preclínico que hacemos, con ratones, se han encontrado dos fármacos que funcionan muy bien. Y uno de ellos tiene la ventaja de que es un fármaco ya aprobado para su uso en humanos, para su uso en leucemia. Entonces es mucho más fácil, desde un punto de vista regulatorio, hacer un reposicionamiento para lograr un permiso y poder probarlo en otra enfermedad. Por ejemplo, ese mismo fármaco ya se está probando en la Clínica Mayo en humanos para fibrosis pulmonar, para el fallo renal crónico y para el alzhéimer. Dentro de un año o dos años se sabrá el resultado. 

-Habla de reposicionamiento de fármacos. ¿Se refiere a que un fármaco indicado para una enfermedad puede servir para otras?

-Sí, esto es cada vez más común. Y en este caso el cáncer juega con ventaja, porque es la enfermedad más estudiada de todas y para la que más fármacos se generan. La cantidad de fármacos dirigidos a proteínas que están alteradas en el cáncer es enorme. Entonces, no es tan raro que medicamentos indicados para el cáncer se reposicionen para otras enfermedades. Hay muchos investigadores que piensan que quizás ya no es necesario buscar más fármacos, porque hay suficientes. Tenemos más de 3.000 principios activos encontrados y muchos piensan que están infrautilizados, que tenemos que explotarlos mejor. Es como tener 3.000 herramientas para las que hay que saber encontrar el uso y la combinación adecuada. Con esto yo no pienso que no haya que buscar nuevos fármacos, pero ya tenemos muchos y se pueden utilizar mejor. Por ejemplo, uno que se ha indicado para el corazón también podría servir para el cáncer.

-Usted ha creado una empresa, una spin-off, para el desarrollo de estos nuevos fármacos.

-Sí, tenemos una spin-off dedicada a encontrar nuevos fármacos senolíticos. Piensa que en este momento solo hay dos. Y aprobado solamente hay uno. Estamos en el comienzo, aunque hay muchos investigadores que se dedican a esto y seguro que encontraremos muchos más. 

-Usted también trabaja en la creación de organoides, un campo que está en expansión. Son mini órganos creados en laboratorio, desde el riñón hasta el corazón. ¿Podríamos algún día llegar a regenerar un órgano completo?

-Yo esto lo veo aún muy lejano. No lo veo imposible, porque los avances son espectaculares, pero esto está todavía a un nivel muy de laboratorio. Es algo muy distinto al de los fármacos senolíticos, con los que se están haciendo ensayos clínicos en personas. A la medicina regenerativa todavía le falta superar muchos obstáculos técnicos.

-¿Cómo cuáles?

-Por ejemplo, los organoides que creamos ahora, cuando los veamos dentro de 20 años, nos parecerán muy simples. Están hechos casi todos con un único tipo celular, por lo que no se puede recrear de esta manera la complejidad de un tejido, que están hechos de muchos tipos celulares. El tamaño que tienen es muy pequeño, hay que conseguir que estén vascularizados, conectados al sistema nervioso... O sea, le falta mucho. 

-Pero sí ha habido avances muy importantes.

-Sí, en esta dirección hay avances constantemente. Se fabrican organoides cada vez más complejos, pero falta mucho.

-Y ahora para qué se utilizan, ¿para conocer mejor las enfermedades?, ¿para probar fármacos?...

-Por supuesto. Para esto son muy útiles. Hay un ejemplo muy bonito que es el del autismo, que es un problema que ha habido en el desarrollo embrionario, en las primeras etapas del desarrollo, en las que el cerebro no se ha desarrollado correctamente. Esto no hay manera de estudiarlo, pero en cambio ahora con los organoides sí podríamos hacerlo. Fabricar organoides del cerebro para estudiar este defecto y probar fármacos que lo disminuyan. Esto es una posibilidad. Ahí podemos tener, en general, una plataforma en la que estudiar fármacos. Y también se han hecho modelos para el párkinson y el alzhéimer. 

«La ciencia en España es bastante raquítica y miserable, pero soy optimista» 

-Dejó el CNIO hace dos años, un centro de excelencia mundial en el que se había consagrado, para fichar por el IRB de Cataluña. ¿Está valiendo la pena?

-Cuando uno se cambia de centro lo hace por muchos motivos, desde personales a profesionales. Ambos son centros excelentes, pero simplemente el cambiar de entorno es muy enriquecedor para un científico, porque las ideas son otras. En el CNIO llevaba trabajando 14 años y llegué a una situación de confort que no era tan enriquecedora para mi. Pero lo mismo te diría si fuera al revés. Los cambios son positivos. 

-En su caso no creo que fuera un problema de medios.

-No, en absoluto. No era un problema de medios, ni tampoco estaba enfadado con nadie del CNIO. Fue una simple cuestión de crecimiento personal.

 -Cataluña, pese a todo, sigue fichando a los mejores. Los investigadores gallegos envidian su programa de captación de talento, Icrea, y sus centros de excelencia. ¿La diferencia la marca la apuesta que han hecho por la ciencia que no hicieron otras comunidades como Galicia?

-Es que lo de Cataluña no es algo reciente. Ha apostado mucho e invertido mucho en ciencia desde hace tiempo, y eso se nota. El programa Icrea ha servido para atraer a mucho talento de fuera de Cataluña y se ha invertido en muchos centros muy punteros. Otras comunidades, por contra, han puesto sus prioridades en otras cosas, aunque con esto no quiero hacer una crítica. Lo que sí quiero decir es que si se invierte en ciencia se obtienen resultados. Es rentable, porque luego la investigación básica y académica genera, con el paso del tiempo, una industria del conocimiento alrededor de la ciencia. Y esto ya ha ocurrido en Cataluña. 

-¿Es el ejemplo?

-Sí, y aquí no hay que inventarse nada, simplemente seguir lo que funciona. 

-Y sobre la situación de la ciencia en España en general. Aunque usted es un privilegiado, ¿ha sido tan dramática la situación con los recortes?

-Es cierto que yo tengo una situación privilegiada, pero por supuesto que estoy en contacto con la realidad de mis colegas y, efectivamente, aquí la ciencia en España es bastante raquitica y miserable. Aquí se intentan estirar los euros de una manera imaginativa. 

-Empezamos a recuperar algo, pero hemos perdido mucho. ¿Podemos quedarnos en fuera de juego?

-No soy tan pesimista. Yo no creo que España esté en situación de quedarse en fuera de juego. Creo que tienen un peso en la investigación científica apropiado a su tamaño y a su desarrollo. Es, por ejemplo, comparable a Italia, y en muchos indicadores está muy por encima, que es un país con mayor población y una economía mayor. Este es el lado positivo. Creo que lo que se ha construido todavía no se ha destruido del todo. Ahora sí, lo que tenemos que evitar es que nos pase lo que le ha ocurrido a Italia y mirar a otros países como Holanda o Dinamarca. No quiero sonar muy pesimista y dar la impresión de que estamos a punto de caer en el abismo, pero tampoco nos podemos relajar.

-¿Es optimista, entonces?

-Sí, si lo soy.