La épica como recurso

Murillo EN ROJIBLANCO

CDLUGO

10 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni fue su mejor partido, ni siquiera coordinó su mejor juego, ni le sobraron lucidez e inspiración, y hasta el rival le pudo hacer un roto en otra de las habituales pájaras de los rojiblancos, esta vez en el mismísimo comienzo del segundo período, con el Sabadell volcado y José Juan de apagafuegos en tres o cuatro intervenciones magistrales que evitaron la debacle, pero no el empate en el testarazo a bocajarro de Manuel Gato. De nuevo, de nada había servido el gol de pillo de Iago, en el minuto 38, en un remate sutil tras un magnífico pase interior de Pita. Cada gol rojiblanco en el Anxo Carro se revive como una hazaña, porque así está de resignada una afición tan fiel como exigua (ayer solo 2900 fieles desafiaron el primer frío otoñal). El Lugo volvió a sufrir su maleficio en forma de lesiones, y esta vez el turno fue para David López y Luis Fernández, dos de los jugadores más decisivos del momento. Aunque Pita comenzó imperial, poniendo las notas que su batuta transmite cuando su inspiración coincide con su voluntad, a los rojiblancos les resultó casi imposible romper el muro arlequinado. No hacía falta que los jugadores forasteros ejerciesen la presión arriba. Esta comenzaba a partir de la divisoria, y los de Setién apenas rompían por banda, pese a los continuados intentos baldíos de Manu, Iago, Ferreiro y De Coz. Estas dobles parejas casi siempre eran frenadas por las del Sabadell. Al Lugo le faltaba profundidad, y por el centro, ni Pita ni Seoane ni el propio Lolo Plá, en sus caídas y bajadas, habrían brecha. Solo lo logró Iago, en el único despiste visitante. Suficiente, sí, pero todo un poema para abrir la lata. También el Sabadell avisó en el 31 en un testarazo a bocajarro de Crespí, abortado por José Juan.

Volvió el meta lucense a ser un felino en la reanudación, y evitó el desastre definitivo. El Lugo desapareció en ese fatídico cuarto de hora. Y salió muy bien parado con el solitario gol de Gato. Setién no esperó más, y recurrió al más esperado: Jonathan Valle. Una ovación cerrada le recibió como a un héroe, sin haberle visto siquiera. Una falta al borde del área certificó su excepcional toque, y Nauzet evitó el gol in extremis. Había sustituido a un errático Pelayo en la mediapunta. Con Iriome y Aganzo en el campo, Setién quemó todas sus naves. El Lugo abandonó su letargo con el balón, renunciando a la horizontalidad y sustituyéndola por la profundidad a la desesperada. Y le salió redondo, porque un golpe de garra y fortuna, lo certificó uno de los rescatados circunstanciales, Aganzo, en el límite. Tres puntos agónicos, a la espera del Racing de nuevo en el Anxo Carro. Y una máxima: solo se gana, reduciendo yerros al límite.