El Lugo sufre imprecisión en ambas áreas. Se impone en el medio como norma general, pero la indefinición impide sumar puntos que le llevarían, según el inútil cuento de la lechera, a un puesto más alto. Como ante el Cádiz, mantuvo la hoja de ruta pese al césped. El balón parado (tres tantos recibidos en dos jornadas) y una jugada aérea restaron.
Los lucenses solo han anotado más goles que tres equipos, todos ellos en descenso. Revelador. En defensa, se muestran fuertes pese a cierta inocencia siendo el decimocuarto que menos tantos recibe. Por razones físicas y deportivas, se afianza la dupla Lolo Pavón-Víctor Marco. La irrupción de Rubén Durán (ya no en la banda, y sí en su puesto habitual de mediapunta) aumenta los recursos y amplía el arsenal en ataque, al igual que un Setién introductor de variantes para una plantilla motivada y en la cual saltar de la grada al césped es un paso asequible frente a clubes donde resulta inusual. Plantillas más reducidas numéricamente no gozan de esta rotación real. Ahora, un viaje de tronío a un anfitrión modélico y simpático que, por lo singular de la Segunda, viaja a tropezones y a cuatro puntos del ascenso. Un botón: el Lugo empató en los estadios de los otros dos recién descendidos.