Xil Castreje, de Fisterra y profesor en Iowa, que vive en una granja entre mapaches y marmotas

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

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Imparte clases de español en diversos niveles. Lleva en Estados Unidos desde el 2005, y antes ya pasó por Nebraska

14 sep 2023 . Actualizado a las 08:26 h.

De un modo literario o cinematográfico tal vez quedaría mejor decir que vive en el lejano oeste, pero la geografía impide afirmar tal cosa: en realidad el Estado de Iowa se encuentra en la llamada región del Medio Oeste, y tiene al norte a Minnesota, al este el río Misisipi lo separa de Wisconsin e Illinois; al sur, Misuri; al oeste, el río Misuri que limita con Nebraska, y al noroeste el río Big Sioux, junto a Dakota del Sur. En ese territorio lejano, con nombres para muchos incluso más familiares que algunas parroquias de la zona gracias a las novelas o las películas, reside Xilberto Castreje López. Es de Fisterra, donde nació hace 47 años, y llegó a Estados Unidos hace casi veinte, en el 2005. Primero estuvo en Nebraska, un poco más al oeste, entre el 2005 y el 2012, y desde entonces en Iowa. A 6.500 kilómetros en línea desde su faro. A siete horas menos en el reloj. En un estado de 3,1 millones de habitantes (algo más que Galicia) y 145.000 kilómetros cuadrados (casi cinco veces más). Y con mucho maíz, también como en Galicia.

Xilberto vive en Mount Ayr, una población ubicada en el condado de Ringgold. Una cuadrícula de 1.600 habitantes dentro de otras muchas cuadrículas. Y allí, como ya hizo en Nebraska, imparte clases de español en diferentes niveles, pero centrado en el instituto. Y también es coordinador de servicios del Distrito, donde se encarga, también como labor social de su trabajo, de asistir a algunos inmigrantes en sus traducciones o de colaborar con la oficina del sheriff cuando es necesario. Le toca hablar con familias, la mayor parte de México, que se establecen en esta zona del país, y que no saben mucho ni del idioma ni de su realidad social.

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Enseñar español es un trabajo esencial para muchos. Y no tanto porque sea obligatorio conocerlo, que no lo es: de hecho, se trata de una materia optativa. Pero como para acceder a colleges y universidades es esencial tener entre dos y cuatro años de español, las clases son necesarias. «Xente que vai facer eses estudos vén ás miñas clases, e a verdade é que son unha marabilla, nunca un castigo. Non teño ningunha queixa. É un traballo moi agradable no que aprenden e pasámolo ben», explica. Xil vive en un universo rural, plagado de granjas y de soledad. «Aquí hai explotacións de vacas, de porcos. Leiras inmensas de millo, porque Iowa é o principal exportador de millo de Estados Unidos», señala. Campos de maíz como esos sin fin de las películas, por recuperar el símil cinematográfico. Y tanto es así que el propio Castreje vive en una granja. Él alquiló la casa, y la tierra la arrendaron unos vaqueros, 120 acres. Y cada acre son algo más de 4.000 metros cuadrados. 

Y ahí reside un fisterrán, rodeado de leiras y de árboles. Y de animales. De marmotas a mapaches, de zarigüeyas a ciervos (que causan muchos daños en los coches con su cornamenta y son muy intrusivos). Por las noches se escucha el aullido de los coyotes, que recuerdan muchos a las hienas, explica Castreje. Todo un zoológico de vida salvaje a unos metros de la casa, y a doce kilómetros de la ciudad. La casa más cercana a la suya está a un kilómetro. «E a seguinte, a tres millas», bromea (pero dice la verdad). Hay más animales que los citados, que son más novelescos, pero el cupo es más amplio: «Moitos paxaros, esquíos...».

El invierno es duro. «O ano pasado chegamos a unha sensación térmica de 45 graos baixo cero». El verano, ya sin clases, entre junio y mediados de agosto, lo pasa en Fisterra. Este año vendrá antes, en Navidades.

La vida es monótona y tranquila. «Non hai moita vida nas rúas. Vas do traballo á casa e pouco máis. E ás tendas, e ao centro comercial, e se cadra ao ximnasio», indica. No todos valen para adaptarse. «Se estás a gusto contigo, estás con todo. A soidade condena ao que non a quere, pero se che gusta, isto é unha marabilla. Pero tamén me gusta xuntarme cos amigos e coa xente do pobo a cear e divertirnos». Puede moverse por donde quiera en el país, tiene la green card (la tarjeta de residente permanente), pero está a gusto en Iowa. Aunque no es fácil vivir en Estados Unidos: «Aquí está todo moi moi caro, a inflación é tremenda. En España xa leo que hai moitas queixas coa suba dos prezos, pero comparado co de aquí é un chiste. A cesta da compra é algo bestial se queres comer san», señala. Xil llegó a Estados Unidos hace 18 años gracias a una beca del Gobierno español. Logró una de las 18 posibles, y desde el primer momento se centró en la enseñanza de español.