Judith Fernández: «Corcubión es una burbuja aparte»

Antón Lestón Lago
Antón Lestón CARBALLO / LA VOZ

CORCUBIÓN

ANA GARCIA

Entre estudio y trabajo, durante la Navidad la actriz encuentra su refugio en la Costa da Morte

03 ene 2022 . Actualizado a las 23:31 h.

Como si de una niña nacida a finales de los años setenta se tratase, a Judith Fernández Fernández (A Coruña, 2001) las aventuras de Pancho o Piraña en Verano Azul le cambiaron la vida. El capítulo diario que les ponía su padre (el ex futbolista David Fernández) a ella y a su hermana significó una chispa más que suficiente para encender en ella un fuego que no ha dejado de avivarse, el de la actuación. «Cuando acabamos la serie, les dije: yo quiero hacer lo que hacen esos niños», recuerda. Y sus padres, que siempre le habían dicho que era «muy teatrera», no lo dudaron.

Comenzó con 7 años, en Edimburgo (Escocia), donde pasó la primera mitad de su vida por el éxito que allí logró David con la pelota. Y, salvo el primer año retorno a España en 2010, no ha parado. Despuntó, con 14 años, en Augas Quentes, de la TVG, y se consolidó como una prometedora actriz en Acacias 38, la popular telenovela histórica que ocupó un lugar importante de la programación diaria de TVE entre 2015 y 2021. La casa entre los cactus, que se estrenará en este 2022, igual que Santo, en Netflix, han sido sus últimas ocupaciones antes de prepararse para Apagón, que grabará en enero. 

Una producción para la ha necesitado recargar pilas en su «refugio» personal, Corcubión, durante esta Navidad. Es el hogar de su familia materna y de donde se tiene que marchar hoy mismo tras unas fiestas descafeinadas.

—¿Cómo le sentó la pandemia a su, todavía, corta trayectoria?

—Por suerte, justo cuando llegó no tenía nada importante ya programado. Se suspendieron algunas obras de teatro, pero nada gordo. En cuanto a lo personal, lo siento si suena egoísta, pero me vino bien, porque justo me había ido a Madrid a estudiar Arte Dramático y me dio la posibilidad de venir para casa.

—¿Le costó dejar Galicia?

—Me cuestan mucho todos los cambios. Cuando vine de Escocia lo pasé fatal, porque a mí me encantaba aquello. De hecho, durante el primer año aquí me negaba, incluso, a hablar en castellano por la rabieta que tenía (ríe). Estaba como descolocada socialmente. Y ocho años después, irme a Madrid supuso otro cambio, que me volvió a costar. Pero la verdad es que en el Centro del Actor me lo paso bien y aprendo mucho. Es como un centro de entrenamiento por niveles. Si te sale algo para rodar te vas y puedes regresar una vez termines.

—En cuanto a rodajes, termina un 2021 maravilloso.

—Sí, porque no paré de trabajar, de forma continuada, desde septiembre del 2020 hasta agosto de este año. Y yo, encantada. Además la serie de Santo (coproducida por Netflix entre Brasil y España y protagonizada por Raúl Arévalo y Bruno Gagliasso) es el trabajo más importante que he tenido nunca. Aun así, mentalmente, fue complicado de llevar. Porque marchaba del verano de Corcubión a grabar a Madrid. Y era muy difícil para mi cambiar el chip.

—¿Qué significa Corcubión para usted?

—Es casa, donde están mis amigos, donde me siento protegida, es todo. Mi hermana suele decir que Corcubión es una burbuja aparte del mundo y tiene razón. Yo cuando estoy fuera, la verdad es que me siento expuesta y, en cambio, aquí estoy protegida, es mi refugio. Necesito una dosis de Corcubión cada cierto tiempo. Yo realmente vivo en A Coruña, aunque mis abuelos estén aquí, pero cada vez que vengo a Galicia tengo que venir, aunque sea a dar un paseo con mi madre antes de volver a marcharme.

—¿La reconocen ya por la calle?

—No a menudo, pero sí de vez en cuando. Sobre todo por Acacias 38. La primera vez fue un taxista, que no paraba de mirarme y yo llegué a asustarme, pero después me preguntó si era Azucena y me confesó que él y su mujer eran fanáticos de la serie. Además, mi novio en la ficción, Julio Peña, es muy conocido en el público adolescente, entonces sus fans sí que me paran más a menudo por Madrid, sobre todo. 

—¿Ha cumplido ya alguno de los sueños que tenía como actriz?

—Después de este año puedo decir que sí. Porque ya no es que trabajase con Raúl Arévalo, que es uno de mis ídolos, sino que puedo decir que es mi amigo y todavía no lo asimilo. Una pasada. Igual que trabajar con Daniel Grao o Ariadna Gil.

—Superar eso en 2022 va a estar difícil...

—No lo sé. Por ahora solo tengo programada Apagón (que se verá en Movistar + y en la que participarán Rodrigo Sorogoyen, Isa Campo, Raúl Arévalo o Isabel Peña), que comenzaremos a grabar ahora. Además de eso estudiar mucho para seguir mejorando en el Centro del Actor. Sobre todo en la escucha. Debo aprender a escuchar más en todos los ámbitos de la vida, porque es muy importante, aunque yo creo que soy rápida asimilando todo lo que me dicen.

Más de cerca

En Escocia descubrió su gusto por la actuación, por la cultura, por el inglés... Y también por la Navidad. «Es que allí se vive de otra manera totalmente distinta, mucho más fuerte», dice. Un espíritu que, como si de un regalo más se tratase, ella se encarga de llevar siempre a la casa de sus abuelos maternos, en Corcubión. Allí descansó de un trabajo que, no lo esconde, le gustaría que le llevase a Hollywood. «Es un tema tabú en la industria, porque es prácticamente imposible. Pero, sobre todo por mi nivel de inglés, yo sí lo veo al alcance». No habría mejor regalo de Reyes.

¿Qué regalaría si fuese todopoderosa? Voy a ser poco original, pero el fin del coronavirus. Llevamos mucho tiempo sin poder disfrutar de verdad. Yo, por ejemplo, tengo muchas ganas: mejor dicho, necesito pegarme una buena verbena. De estas, que se hacen en el medio del pueblo, como el Carmen de Corcubión, con orquesta, amigos y demás.

¿A quién le dejaría carbón? Uf, pues no lo sé, la verdad. Si fuese del dulce, en plan cariñoso, a mi hermana. Y ya porque se hayan portado verdaderamente mal, a todos esos políticos que piensan más en el beneficio económico que en cuidar de sus ciudadanos. Además algunos, no sé, parece que no se lo toman demasiado en serio.

¿Qué papel juega en las comidas familiares? Muchos (ríe). Soy la que se encarga de repartir el espíritu navideño por toda la casa. Soy la que canta, la que baila, la que avisa cuando llega Papa Noel... Bueno, la que no para quieta, en realidad, porque me encanta esta época del año. No sé si hay ese papel en todas las familias, pero yo soy esa.