Cuando uno llega a Palos de la Frontera sabe perfectamente que esa es la capital de la fresa. En el acceso al pueblo hay dos frutas enormes y coloradas, en medio de la rotonda, un sistema que en muchos lugares se utiliza para llamar la atención de los que pasan.
En verano, la zona de Malpica, Ponteceso, Cabana y Laxe se llena de visitantes y buena parte de las personas que van a pasar unos días en sus hermosas playas y paseos marítimos salen de la autopista en Carballo para enfilar una carretera que invariablemente les hace pasar junto a un pueblo llamado Buño. Resulta que su Mostra da Olería es fiesta de Interés Turístico Nacional y que los artesanos que practican la alfarería recibieron en el año 2007, de manos del rey Juan Carlos, la medalla de oro al mérito de las Bellas Artes.
Así, condecoraciones no faltan, pero nada en la carretera que lleva a la costa de bergantiños indica que en este pueblo se trabaja con la misma técnica que hace más de 400 años, que tiene la mayor concentración de Galicia y una de las mayores de España de alfareros, que lo que los oleiros hacen a diario muy poca gente lo hace ya y que han conseguido una renovación generacional que es cada vez más difícil en artes y oficios.
Pues a pesar de todo ello, en las rotondas que dan acceso al pueblo no hay más que hierba, nada que diga la importancia que tiene Buño. Hace ya mucho que este tema debería estar solucionado, para beneficio sobre todo de los oleiros, pero también del resto del mundo. Se trata de que el saber hacer se mantenga y se dé a conocer y en eso tienen que intervenir las autoridades, pero también los alfareros. También es cosa suya.