Cada vez hay menos árboles

Santi Garrido CIUDADANA

CARBALLO

20 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En los más de 30 años que llevo conduciendo a diario por toda la comarca nunca he visto tantas talas de montes como en la actualidad. Jamás. Naturalmente siempre las ha habido, porque para eso está el monte, para producir y gestionarlo bien. Aquella reserva de dinero en forma de pinos o eucaliptos que siempre había en casa para una necesidad (mejoras en la vivienda, ampliar la explotación, una urgencia sobrevenida...) sigue pesando en la mente de algunas generaciones. Son esas cosas con las que vives de pequeño y que ya te marcan para siempre, da igual que los tiempos sean otros o que a los más jóvenes les dé la risa o no lo valoren. Pero, además, ya no era solo cuestión de dinero, era una manera de guardar para el futuro, de dejar para los descendientes, de que ganasen valor. Veías como los montes crecían, y admirabas pasear por aquellas fincas con pinos altos y gordos que eran la envidia y la admiración del lugar.

Todo eso se está acabando. Por varias razones. Una, esa norma de cortar a ambos lados de las pistas y carreteras que en su concepción es muy buena (evitar el peligro de los incendios), pero en su desarrollo no. Hay tabla rasa, da igual el sitio. Y cada uno tiene sus peculiaridades: hay parcelas leñosas, que son un foco de combustible al que sí hay que poner coto, pero en otras los árboles están rareados y el suelo limpio, cuidado. No todo vale para todo. Además, una vez que te mandan cortar esos metros al lado de la cuneta, en muchos casos ya dices: pues que vaya el resto. Y va. A los precios que son los de aquellos tiempos, con suerte. No me extraña que los maderistas no den abasto.

Otro motivo está en las servidumbres. Cada vez hay más torres eléctricas, y algunas en vez de espacio para el acceso parece que dejan sitio para un aeropuerto. Si cerca hay un cortafuegos que antes no había ya tenemos 30 ferrados de monte raso, y eso multiplicado por mucho.

También influyen las peticiones vecinales: aquella persona que tiene un pinar cerca le pide al dueño que le tale lo más próximo, y para evitar problemas, pues vamos a tirar con el pinar entero. Otro más: como copiamos todo, basta que alguien corte algo para que otros vayamos detrás. Lo de Vicente y la gente.

Pero hay un factor más que explica todo esto, del que no me cansaré de hablar y lamentar: la falta absoluta de amor a los árboles. En la zona rural y en la urbana (somos los mismos). Así se explican aniquilaciones indiscriminadas de carballos, de castaños, de viejas frondosas... Muchas veces amparados en el pretexto de que es obligatorio. Nuestros ancestros no pensaban igual. Sabían del valor de los árboles, visual, cultural, sentimental, histórico, saludable... El dinero era la última opción.