Del Madrid hasta la muerte

CARBALLO

ANA GARCIA

La lápida de un dumbriés en el cementerio de colores tiene el escudo del club merengue

02 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Jesús Salvador Suárez Lago, natural de Dumbría, era muy del Madrid. Todos los buenos aficionados al fútbol son muy de su equipo, como es norma, pero Salvador era merengue a muerte. De estos de tener que comprar otro televisor en casa para ver el partido de su equipo del alma mientras dos de sus hijos elegían el Deportivo, por ejemplo. El mayor y el pequeño, porque el del medio es madridista como el padre. Y no es ironía ni exageración, sino una anécdota que relataba ayer Jacinta (Chinta para los amigos y vecinos), la viuda y madre. La frase es muy sencilla, pero es verdadera: Salvador era del Madrid a muerte. Hasta la tumba con el escudo.

Hace casi cuatro años

Falleció el 30 de agosto del 2015. Una rápida y devastadora enfermedad se lo llevó en pocas semanas. Era muy joven, 63 años. Ya llevaba bastante años jubilado, por enfermedad profesional, en la mina. Había trabajado en el Bierzo, allí cerca de Villablino, y esos problemas de salud lo trajeron de vuelta a casa con su mujer, extremeña, que también vivió en Madrid antes que ya con él, en León, y desde finales de los 80 en Dumbría, donde sigue. Era muy querido. «Se fue la alegría», dijo el párroco, Ramón Romero, el día de su entierro, recordaba ayer la que fue su mujer. Desde primera hora del día, saludaba a todos cuantos pasaban frente a él. Esa bonhomía fue la que le permitió ser reelegido, durante 26 años, como juez de paz de Dumbría. Pasaba a diario por el Concello y era muy cordial con todos los visitantes. Los jueces de paz, además de ser buena gente y respetados, tienen que tener mucha mano izquierda y sentido de la equidad. Y como los tenía, a eso dedicó media vida.

También todo el mundo conocía su forofismo madridista. Su admiración por Ronaldo, entre otros muchos. «Él decía que a quién más quería era a su familia. Y después, al Madrid», explica la viuda. Más que a todos los demás. Por eso a nadie le extrañó que, poco después de su muerte, se colocara en su lápida del panteón familiar un gran escudo del Real Madrid. «Fue un detalle de los hijos», relata Jacinta. También colaboró el escultor, otro madridista confeso, que tuvo el detalle de no cobrarlo.

Y ahí está, en un nicho del cementerio de colores. Por ironías del destino, no es blanco, como la gran mayoría, sino multicolor. Son muchos los visitantes que pasan por él cada año, y a alguno le llama la atención ver el símbolo del Madrid en las primeras filas. No es el único caso de este tipo de rarezas en las sepulturas (hay muchos mensajes personales en los epitafios), pero tal vez sí el único de la comarca con temática deportiva tan explícita. Y nadie le podrá negar a Salvador que descansa en paz con su equipo del alma.