Comunistas

Estevo Silva Piñeiro SOSPECHOSO HABITUAL

CARBALLO

23 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Que los políticos españoles son muy flojos lo sabemos bien. Esta semana hemos asistido de nuevo al profundo desconocimiento de todo en general que tiene, por ejemplo, Albert Rivera, ese anticomunista declarado al que no le llegaban los elogios el día del centenario del nacimiento de Nelson Mandela, aquel luchador negro… y comunista.

A la derecha se le llena la boca de bilis al decir «comunista», como si fuese un insulto terrible; la peor de las calumnias. Permítanme que les dé unos nombres, quizá les suenen: Picasso; Bertold Bretch; Simone de Beauvoir; Jean-Paul Sartre; Bertolucci; Buñuel; Alberti; Saramago; Neruda; Silvio Rodríguez; Frida Kahlo; Miguel Hernández; Gabriel Celaya; Nina Simone... todos y todas comunistas declarados. Créanme, hay muchos más. Miles.

Dudar de la genialidad y capacidad de pensamiento de cualquiera de estas personas es un ejercicio audaz y difícil de afrontar y, con todo, no seré yo el que diga que estos genios, solo por el hecho de serlo, son necesariamente más inteligentes o tienen más argumentos que Rivera o Casado, grandes pensadores también.

La historia comunista tiene sangre en las manos, es indiscutible. Como el fascismo, el capitalismo o la monarquía. A menudo el cuñadismo mediático menciona a los millones de muertos del comunismo, pero obvian intencionadamente que solo en su lucha contra Hitler entre 30 y 40 millones de rusos dieron su vida contra el fascismo. Los aliados jamás habrían ganado sin ellos. Jamás.

Quizá el comunismo no haya sido el paraíso en la tierra que soñaba Marx, pero como utopía yo la prefiero a las demás.