«¡Ai Mikaela, que guapa te puxeron!»

Brais Capelán CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

Buño se despidió del entroido con un gran baño de masas, en el que la lluvia respetó la peculiar procesión por los bares

05 mar 2017 . Actualizado a las 17:44 h.

Pasaban diez minutos de las cinco de la tarde y los coches ya comenzaban a agolparse sobre las aceras y en las cunetas. Estaba claro que en Buño iba a pasar algo grande. Y vaya si pasó. Una Mikaela de más de cinco metros de altura recorrió los bares de la localidad antes de ser quemada. La lluvia respetó y la gente acudió. Todos disfrutaron de uno de los entroidos más destacados de la Costa da Morte.

A media tarde, muchos ya sujetaban en la mano un vaso de tubo. A alguno ya le temblaba tras varias rondas. Incluso hubo alguno que decidió aparcar su bólido marca Toxota -de madera, claro está- para no tener problemas con las autoridades. Y es que en Buño hubo personalidades de lo más relevante. Donald Trump cedió varios dobles, dispuestos a contribuir a la jarana con su rubia melena al viento. Como es habitual, destacaron los disfraces grupales. Hubo tres amigas que acudieron vestidas de jarra de cerveza, ¿y qué tenían en la mano? Pues un combinado en vaso de plástico.

La Mikaela no fue la única que se fue de paseo por Buño sobre ruedas. Hubo una pareja de monos en triciclos, dos pilotos de minimotos y carros de la compra de los que asomaban botellas de vidrio y de plástico. Pero la reina era ella. Una exuberante y bien dotada Mikaela, a la que en todo momento rodeaban cientos de personas, que bailaban al son de los ritmos más actuales. No todos eran jóvenes. Entre la multitud los había veteranos, como un hombre travestido que, en un momento de júbilo y bullicio, jaleó un piropo: «¡Ai Mikaela, pero que guapa te puxeron!».

Por la ruta que marcaba el extravagante personaje -que lució en uno de sus pechos un lazo rosa, en solidaridad con las víctimas del cáncer de mama-. De bar en bar y de copa en copa, se fue apagando el día. Muchos fueron los que se quisieron despedir de la Mikaela, mientras el humorista David Perdomo, que hacía las veces de cura, oficiaba una misa que terminaba con la voluminosa y embriagadora figura envuelta en llamas.