«Non quero saber máis da política»

CARBALLO

El secretario de organización y administración de Unións Agrarias, que lleva 16 años en Carballo, fue alcalde de Ponteceso y dirige la coral de Corme

24 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Ni los Saleta ni los Neira son apellidos típicamente carballeses. Y eso es lo primero que hay que aclarar: no es de Carballo. ¿Y de dónde es? Nació en San Sebastián, se crió en Corme, pasó veinte años estudiando en Santiago, se casó en Malpica y, desde hace 16 años, trabaja todos los días en Carballo, donde hace mucha vida de calle, hablando con la gente. «Os problemas están fóra, non na oficina, e hai que ir a xunto deles para tratar de solucionalos». Le gusta hablar, mantener el contacto humano diario. Hubiera preferido la foto en la jornada de bullicio del jueves, cuando hay feria. Todos esos rincones, fruto de muchos pasos por las rúas de la capital de Bergantiños son su rincón.

Paradójicamente, por la que menos se ha desplazado es la que alberga su oficina, la de Unión Agrarias, sindicato del que es secretario de organización y administración comarcal. El 1 de julio del 93 empezó a trabajar en la oficina que tenían en la calle Vázquez de Parga, que a los pocos años se desplazó unos números más allá, en dirección Fisterra, y más tarde, otros metros más. Como siga así, llegarán a la calle Fomento.

Su experiencia laboral en el mundo agrario da mucho que contar, pero la previa, la académica, daría aún para más. Concretando: es licenciado en xeografía e Historia, diplomado en Filoloxía Galega y experto sociolaboral por la UIMP, entre otros títulos.

Su vida empezó en San Sebastián, «foito da emigración de posguerra». El mar no daba mucho y los marineros de Corme se iban por el Cantábrico. Volvió a los 4 o 5 años, y a los 10 ya se marchó para Santiago, primero en el Seminario Menor y después en el Mayor, del que lo echaron: estudiaba filolosofía, era delegado sindical, estuvieron un año de huelga y aquello se acabó. Optó por irse a la Pontificia de Salamanca para cursar filosofía pura, pero una grave enfermedad de su padre le obligó a regresar. Y ya hizo historia, la carrera y la suya.

En aquellos vibrantes años setenta y ochenta, en los que todo era nuevo, trabó contacto con la política. Primero, como concejal en Ponteceso, cargo al que llegó desde la secretaría de la asociación vecinal de Corme, apoyando una candidatura independiente. Lo alternó con clases de bachillerato en un instituto de Vilagarcía, y durante unos tres años, ya a principios de los noventa, fue alcalde durante tres años, cargo del que dimitó. Lo hizo porque le «compraron un edil e o PSG liouse coa dereita».

Sinsabores

Este paso por la política le ha dejado sinsabores. «Os primeiros anos foron bos. Todo se facía cara a cara, con honradez. Buscabas a liberdade e poder darlla a todos. Pero cando a democracia se foi instaurando, empezou a ser o que é hoxe, un medio de vida, e desa época teño malos recordos». Tantos, que fue cando se dijo que nunca más, pese a que es arriesgado decir esto en política: «Eu non quero saber máis da política. Son militante de base socialista e punto. E non creo que volva, xa son moitos anos apartado».

De aquella época se debe su incursión agraria, cosa rara en uno de Corme. Contactó con Unións siendo alcalde, buscando canales de ayuda para los labradores, cuyo mundo ya empezaba a burocratizarse y, en definitiva, a dar el gran salto que finalmente dio, con la UE por medio. «Había moito follón e contactamos co sindicato», con la carambola de que la persona encargada aprobó una oposición, dejó el puesto y Saleta siguió en su lugar. «Foi unha reconversión» la que tuvo que hacer, y aprender mucho. «E traballar, porque daquela en Bergantiños había sete afiliados e agora pasa de 500». Cuando empezó, también comenzaba a hablarse de lo que aún sigue: la cuota, los precios. Eran buenos entonces, pero son los mismos de ahora, y eso es lo malo. Cree que a los labradores se les ha exigido mucho, «máis que aos pescadores». Él no se siente labrador, porque realmente no lo es, pero ese mundo lo vive «intensamente».

Cada día se habla más, y casi nunca se dan buenas noticias. Pese al panorama, Saleta se declara «esperanzado». Considera que «o peor xa pasou». Desconoce cómo va a ser la liberalización de la cuota, con la que está en desacuerdo. Galicia, dice, sale perdiendo, porque ha luchado con armas trogloditas e na UE, coas máis sofisticadas, con subvencións para todo». Así que no hay igualdad. Cree que el mercado europeo debería volver a ser tal, con la UE jugando un papel fuerte para hacerle frente a otros países. Si es así, «volverá a ser o de antes», pese a los problemas de la gestión de la tierra, lastrados por el sistema hereditario y por lo «sagrado» de la propiedad privada, que impide tomar determinadas medidas, «agás que haxa outra revolución agraria», que no la habrá. Ramón Saleta destina sus mayores energías para el sindicato, pero también guarda unas cuentas para la coral Brisas do Mar de Corme, de la que es director desde hace unos doce años. «É un relax, como unha medicina, na que me libero. Nos ensaios é onde berro máis».

Su relación con la música comenzó en el Seminario Menor, donde recibió siete años de solfeo. Formaba parte del coro. Era tiple, después fue tenor y acabó como bajo. Participó en la escolanía de la catedral, y en segundo de bachillerato recibieron un premio mundial en Roma. También tuvo contactos con el Orfeón Terra a Nosa.

Hace doce años tomó las riendas de Brisas do Mar. Empezó en el coro de los niños, auxiliaba a Suso Méndez en el otro, y al final, ante la marcha del titular, empezó su papel de director.