ARA SOLIS | O |
17 mar 2007 . Actualizado a las 06:00 h.LA AC-552 es un poco una metáfora de la Costa da Morte. Va a tirones. Por momentos parece que se embala, pero son sólo ilusiones que se frenan pronto, generalmente con límites impuestos más o menos absurdos. Las 33 señales que entre Cee y Carballo obligan a reducir la marcha bien podrían ser otras tantas decisiones tomadas en Madrid o Santiago, de esas que siempre dejan en la cuneta a los vecinos de esta esquina de Galicia que parece que sólo existe para que los políticos se acusen unos a otros de su abandono. Durante muchos años PSOE y BNG enarbolaron el índice acusador contra los populares. Con toda la razón. En los últimos tiempos son estos los que, superado un primer sonrojo, acusan sin complejo a los otros. Y también tienen razón. Y entre acusación y acusación la comarca avanza -o se mueve- a trancas y barrancas. El parador sigue siendo una promesa, lo mismo que la vía de alta capacidad que ya no será autovía, lo mismo que los puertos deportivos. Todo va lento, lo mismo que los coches y por la comarcal. No les pasa lo mismo a los coruñeses, que enchufan la autopista con facilidad, o a los de Vigo, que se plantan en Ourense en un suspiro. Mientras aquí conducimos casi como si estuviéramos en un atasco, en otras partes la aguja no baja de 120 hasta que llegan a sus destinos. El tiempo que emplea un ceense en plantarse en el Carrefour de Coristanco y en volver después a casa con la tele de oferta en el maletero, es el mismo tiempo, o más, que necesita un coruñés para plantarse en el centro de Vigo con tranquilidad y sin estrés. Unos van más rápido que otros, pero en esta zona parece que estamos condenados a ir despacio. Muy despacio. Sin rebasar los límites. Para cuando nos dejen empezar a correr, los demás estarán tan lejos que ya no podremos cogerlos.