ARA SOLIS | O |

26 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

CUANDO SE da un caso de violencia en el hogar, la corporación de A Laracha al completo guarda un minuto de silencio antes de comenzar los plenos. Es una manera de mostrar su repulsa a unos actos que no dejan de repetirse. Últimamente, por desgracia, todas las sesiones larachesas comienzan del mismo modo, con una unanimidad que en otros temas les cuesta mucho conseguir, pero que este caso ha unido a los tres grupos políticos representados en el salón de plenos. En pie, con la cabeza, gacha y en silencio, con unos ediles pesadumbrosos que nos recuerdan que, a pesar de los avances, todavía hay mujeres que mueren a manos de sus parejas. Ayer, una joven de Carballo estuvo a punto de dejar este mundo de una de las peores formas que pueden existir: por amor. Por un amor horrible repleto de egoísmo y en el que la máxima parece ser «mía o de nadie». A ella le costará recuperarse de las heridas del cuerpo, esas que se provocó al saltar -o ser tirada- de un coche en marcha y que le dejaron tirada, Dios sabe cuánto tiempo, en una cuneta de Coristanco. Pero, sobre todo, le costará curar las heridas del alma, donde le quedarán unas cicatrices que de por vida le recordarán que aquel al que un día quiso, otro intentó dañarle. Ojalá que el caso de ayer nunca vuelva a repetirse. Ojalá que otras mujeres de la Costa da Morte que sufran una situación similar tengan el valor de denunciar su situación en cuanto les levanten la mano por primera vez. Ojalá se pierda el miedo a abandonar a aquellos que utilizan la palabra como arma arrojadiza y ojalá que los vecinos y familiares de aquellas -y en algunos casos, también aquellos- que sufren malos tratos también se atrevan a dar el paso no sólo de ayudar, sino de acudir al cuartel de la Guardia Civil. Ojalá que en los plenos de A Laracha no vuelvan a guardar un minuto de silencio.?