Fin a 40 años tras el mostrador, con robo y secuestro incluidos: «Deixaron a tenda sen nada»
BARBANZA
El negocio rianxeiro Electrodomésticos Rial cierra después de toda una vida arreglando y vendiendo estos aparatos
17 ene 2024 . Actualizado a las 15:33 h.La forma de consumir de los seres humanos ha cambiado mucho a lo largo de los últimos siglos. Si antes la mentalidad era la de aprovechar todo al máximo, como quien usa la paja de cereales como el trigo o el centeno para hacer un sancosmeiro, en la actualidad el bajo coste del plástico y la comodidad de tirarlo todo a la basura han acabado con el espíritu de la reutilización. Según el informe The Global E-Waste Monitor en su edición del 2020, cada español genera al año 19 kilos de residuos electrónicos, es decir, los derivados de neveras, microondas, televisores...
Esta manera de agredir al medio ambiente no se concebía en el pasado, no porque existiese una mayor conciencia por parte de la sociedad, sino porque la carestía de este tipo de aparatos obligaban a la gente a intentar repararlos antes de mandarlos a freír espárragos. Ahí descubrió Juan Ramón Rial su filón de oro, la puerta de entrada a una profesión que no abandonaría hasta 40 años después.
Su historia de superación personal empezó como la de tantos otros, estudiando una maestría industrial en Santiago con la esperanza de que, al finalizar, alguna empresa le hiciese hueco en la plantilla. Para mejorar su formación y, por lo tanto, sus opciones de ser contratado, el rianxeiro viajó hasta Madrid para especializarse en las televisiones en color: «Mira ti, daquela eran unha novidade».
Buscarse la vida
Cuando finalizaron los días entre libros y lecciones el barbanzano tenía 22 años y una boca a la que alimentar, así que se lanzó a buscarse la vida «cunhas tesoiras, un desaparafusador, e un aparello de medida na man». Su primer salto profesional hacia delante fue establecerse en un pequeño local en la aldea de Taragoña, donde se hizo todo un experto en la reparación de televisores y radios que los vecinos le iban confiando cada vez más: «A xente traíame as televisións aquí para que eu as montara».
El pequeño edificio, rápido se convirtió en casi un santuario para el técnico, que siempre apostó por trabajar solo: «A miña muller traballaba fóra, leveino eu só sempre». Durante aquellos años, la familia construyó una casa a escasos 20 metros del local, cuyo bajo acabó convertido en una versión más grande y mejorada del negocio.
Pero la vida no es siempre color de rosa, y eso le quedó claro al barbanzano cuando un par de delincuentes le hicieron perder 700.000 de las antiguas pesetas: «Hai anos uns ladróns roubáronmo todo, deixaran a tenda sen nada».
Si bien los recuerdos de aquel desagradable episodio ya han sido suavizados por el paso del tiempo, al trabajador no se le olvida la sensación de desasosiego y angustia que sintió cuando se dio cuenta de los cacos se habían llevado a punta de pistola a un chaval que estaba en ese momento en la tienda: «Levaron a un veciño de 16 anos que viña aprender aquí comigo. Ao pobre deixárono en Santiago atado a un piñeiro, foi unha experiencia horrible».
Usar y tirar
Cuenta que en los últimos años de actividad de su negocio la gente fue dejando de arreglar electrodomésticos, así que tuvo que dejar de lado su función de técnico para centrarse en la de vendedor. «Sempre me gustou máis arranxar cousas, pero era o que había», afirma el recién retirado.
Ahora, el rianxeiro invierte los días en descansar todo lo que puede y dedicar las horas a cuidar de sus nietos y de su familia, en la que, por desgracia, falta su mujer desde hace cinco años. Comenta que aún conserva el hábito de levantarse temprano y que lleva la jubilación mucho mejor de lo que pensaba. «Dicíanme que me ía agoniar, pero eu estou tranquilo», sentencia.
En la vida del barbanzano se acaban los capítulos llenos de estrés y nombres de proveedores mientras en las páginas, poco a poco, van apareciendo otros pasatiempos más sosegados, como largos paseos matutinos o desayunos en los que no importa quedarse sentado un rato de más. Sin duda, una segunda niñez.