Otro capítulo del largo libro que estamos escribiendo con esta pandemia se le podría dedicar al sinfín de excusas inverosímiles que la gente argumenta para intentar explicar lo inexplicable. Estos días circulaba por los grupos de WhatsApp la contestación de un vecino de unos 50 años que rechazaba ponerse la vacuna en la repesca -es decir, que ya no acudió ni la primera vez que lo citaron- «porque hace buen tiempo y tiene que ensilar. Quiere vacunarse un día que llueva». Aunque todo lo que aparece en las redes sociales hay que cogerlo con pinzas, porque se miente más que se habla, no tengo dudas de que más de uno ha puesto un pretexto de este tipo para no inmunizarse, a sabiendas de que es la única alternativa que hay ahora mismo para frenar la carrera imparable del covid.
Pero también conozco el caso de varias madres que, en plena expansión de contagios, decidieron no llevar a sus hijos a los distintos cribados que se hicieron en el hospital de Barbanza, «porque lo citaron muy temprano y necesita descansar», o «porque era justo después de comer, hacía mucho calor y quería ir a la playa». Y como a todo hay quien se supere, también está el episodio protagonizado por otra progenitora que el primer día que se pudieron vender los test de antígenos sin receta fue a una farmacia a comprar uno, «porque mi hijo tiene que hacer la cuarentena, pero no hay quien lo soporte un día más en casa».
Con estos ejemplos de personas tan responsables con las que convivimos, ¿quién es el listo que piensa que vamos a salir pronto de esta pandemia? En la próxima parada, me bajo.