Antes de comenzar el confinamiento, un joven comentaba que nunca había vivido un acontecimiento de envergadura a nivel nacional o mundial. Hablaba de situaciones como la caída del muro de Berlín, la puesta en marcha de la Unión Europea, la estafa del aceite de colza; o incluso algún suceso que a nivel gallego que removió conciencias y provocó la protesta masiva en las calles, como fue el hundimiento del Prestige, que arrinconó contra las cuerdas a la economía gallega.
La verdad es que no tuvo mucho que esperar. Llegó la pandemia del coronavirus y puso patas arriba todos los estamentos políticos y sociales de la mayoría de las naciones del mundo. Y, claro, España no podía quedarse al margen. El covid-19 sacudió con todas sus fuerzas a una población que cuando empezó a escuchar lo que pasaba en China, sonaba a lejano.
Una vez más, la respuesta de los ciudadanos ante las desgracias volvió a ser ejemplar, y los vecinos de Barbanza no podían ser menos. Acataron las medidas con absoluta normalidad y resignación. Confinados tantas semanas entre cuatro paredes no es fácil para nadie.
El sábado, había salvoconducto para salir a la calle. Una vez más, el civismo y el comportamiento de los ciudadanos volvió a ser muy responsable. Después de tantos días de encierro, los barbanzanos demostraron que lo único que está por encima de todo es el bienestar de la ciudadanía.
El joven que se lamentaba de no vivir un acontecimiento importante, ya tiene una historia a la que hacer referencia y podrá guardar en el disco duro de su memoria. Eso sí, la pesadilla aún no terminó.