Dorna

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

09 jun 2016 . Actualizado a las 11:31 h.

De niño tenía dos ilusiones: acabarme el Street Fighter 2 con Ryu y ser dorneiro. Mis padres estaban en una peña llamada Non Me Líes o Palangre, mientras ellos y sus amigos hacían el grueso de las tareas, delegaban en los niños los trabajos más sencillos, como pintar la carrilana o ayudar en la decoración de la fanequeira. Crecimos viendo que, como todas las cosas admirables, la Dorna también era sacrificio.

Creo que esto es algo que se ha perdido un poco, quizá la Dorna se ha vuelto más competitiva y a los mayores de las peñas les cuesta confiar labores a los chavales, pero es algo que hay que intentar recuperar. Los adolescentes no debéis pasar toda la Dorna con la mirada lobotomizada por el calimocho, no podéis estar en la Dorna perdiéndoos la Dorna. Tenéis que ser partícipes, chavales, sois la sangre nueva que crea y perpetúa esta fiesta única.

Insistidle a los patrones. «¿Qué podemos hacer?, ¿cómo podemos ayudar?». Eso os hace más dorneiros que cualquier borrachera. En mi peña, Estou que Eskacho, el grupo de Whatsapp es un hervidero, gente aparcando su tiempo libre para colaborar, diseñar, currar. Eso es Dorna. Que no os engañe la filosofía del «ponerse ciego», no debemos dar munición a los que dicen «la Dorna es una fiesta de borrachos». Porque nunca lo ha sido. Ganaos el ser dorneiro, lucid con orgullo de samurái las medallas que ganéis.

La Dorna es la alegría del interfono que suena porque llega la pizza. Es el orgullo de acabarse con Ryu el Street Fighter 2. La dorniña es tan pequeña como el primer beso. Y tan grande. No os la perdáis por ir demasiado pedo.