Maltratadas por la peste negra

Abdón Dorca RIBEIRA

BARBANZA

SIMÓN BALVÍS

El litoral del municipio situado entre Ribeira y Noia es el más vapuleado por los zarpazos del «Prestige» de toda la extensión costera de la península barbanzana

21 nov 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Los caprichos del viento y de las corrientes marinas quisieron que el grueso de la marea negra arribada al litoral barbanzano se depositase, más que en ningún otro sitio, en las costas de Porto do Son. Mientras que sus vecinas de Ribeira y Noia apenas han sentido el zarpazo del temido hidrocarburo, las playas, calas y roquedales sonenses reciben ya desde el lunes una cuota considerable de la carga escupida por el Prestige. De esta manera, el fuel oil se extendía ayer, con más o menos virulencia, por la franja costera situada entre la playa de Espiñeirido -cerca del cabo Corrubedo- y la mismísima villa de Porto do Son. Quiso la mala suerte que, por una vez, los meteorólogos acertasen y se cumplieran sus pronósticos. El temporal impulsó, durante la noche del miércoles, una nueva oleada de combustible que se hizo un sitio en la ría de Muros. Fuel en la villa En la zona de la capital municipal conocida como Crañón, los más madrugadores se toparon con la triste sorpresa de que buena parte de las rocas allí situadas estaban impregnadas de chapapote. La cuestión no es algo baladí, pues hasta el momento no se había detectado la presencia del fuel tan adentro de la ría. Los vecinos de la villa -algunos guiados por su fino olfato- se acercaron hasta allí para comprobar que ciertos noticieros no habían mentido cuando alertaban a la población de que la enésima marea negra estaba aún por llegar. La cercana playa de Fonforrón fue otro de los sitios donde el invitado indeseable incurrió en nocturnidad y alevosía para hacer acto de aparición. No era difícil observar que las crestas de algunas olas estaban teñidas de un color marrón más que sospechoso. ¿Arena o petróleo? El matiz tornasolado que adquirían por la luz del sol despejó todo tipo de dudas. También la playa Arnela adolecía de la misma epidemia. No obstante, el estar algo más resguardada permitió que la incidencia de las manchas no fuese demasiado grande. Ni que decir tiene que el lugar más emblemático del municipio de Porto do Son es Castro de Baroña. Que lasconstrucciones castreñas estuviesen pintadas de negro sería algo merecedor de estar anotado en púrpura en la larga lista de deudas del buque Prestige . En ese sentido, hubo bastante suerte: sí había indicios de hidrocarburo -pequeños restos de chapapote en alguna piedra-, pero elevados a la mínima potencia. Ahora bien, no corrió tanta fortuna parte de la fauna que eligió ese milenario enclave para vivir. Dos biólogas de la Universidade de Santiago de Compostela informaron de que muchas especies que aún la semana pasada habitaban el litoral de Baroña, habían desaparecido del mapa. Por ejemplo el fuel había acabado con los discretos erizos que moran en los fondos marinos de la zona; en tanto que las aves tenían, en el mejor de los casos, las alas teñidas de negro y, en el peor, habían pasado a mejor vida. Ese mismo día, las estudiosos habían recogido de los nidos escondidos entre los castros dos ejemplares de anca: sólo uno de ellos había sobrevivido a la marea negra. Tan afortunada como el pájaro recién rescatado lo fueron las calas que adornan la parroquia de Queiruga. El viento oeste que sopló en Barbanza a lo largo de la noche, pareció esquivar adrede esta zona porque los indicios de combustible varado en la arena apenas existieron en el recorrido. Sólo tiznas marrón oscuras desperdigadas por algunos puntos avisaron de lo que uno se pudo encontrar en la vecina parroquia de Caamaño... Río luctuoso La vista que ofrecía ayer el río Sieira era, simplemente, desolador. La desembocadura de este accidente geográfico -que está incluido dentro del selecto programa Red Natura de la Unión Europea- estaba completamente ennegrecido. Como si se tratara de cucarachas, el lunes llegó una primera avanzadilla de una oscura y hedienta invasión que ayer se acabó de culminar. Río Sieira es, sin duda, el punto de la península con el que más se ensañó el Prestige con su vómito. Siguiendo la ruta, uno se topa con la playa de As Furnas, en la zona de Xuño. Este arenal tan querido por los veraneantes no se libró tampoco del turista accidental. Con la penúltima marea, llegaron hasta la orilla un par de botellas que no contenían más mensaje que el de su pringoso revestimiento. Más hacia el faro de Corrubedo está Seráns. Allí, una empresa acuicultora se vio obligada anteayer a tomar la decisión de sacrificar unos treinta mil rodaballos contaminados por la peste negra . No es de extrañar, si se tiene en cuenta que la zona rocosa que se extiende entre la planta y el arenal de Espiñeirido lleva recibiendo el acoso de la marea negra desde el mismo inicio de las hostilidades.