Los orígenes de Ribeira se remontan al inicio del siglo XII desde cuando ha vivido notables acontecimientos Hace algunas semanas, con motivo de la presentación del libro «Riveira, alcaldes para un siglo», el autor reflexionaba en voz alta sobre la historia de la ciudad y la percepción que, de esa historia, tienen los ribeirenses de hoy. Puesto que estaba convencido de que la mejor manera de conocer un libro es leerlo, parecían mucho más adecuadas estas consideraciones que hacer una breve introducción a sus contenidos. Afirmaba que Santa Uxía tiene una historia tan antigua como fecunda. Y los datos así lo confirman.
17 mar 2001 . Actualizado a las 06:00 h.Los orígenes de Ribeira se remontan a los años iniciales del siglo XII, cuando, junto a otras primitivas filii eclesiae de Barbanza -citadas en sus trabajos por el profesor de historia medieval Fernando López Alsina-, se constituye como parroquia propia. Su andadura histórica ha estado preñada de acontecimientos notables y de hombres de una talla humana envidiable. Y sin embargo, como sucede con otras poblaciones de la comarca, está muy extendida la idea de que Santa Uxía es un pueblo sin historia. Los ribeirenses de hoy no tienen conciencia de la importancia histórica de su población. Existe algo así como un complejo colectivo de que Ribeira es un pueblo de ayer, absolutamente contemporáneo y carente de raíces y, por ello, no se valora -ni por parte de los ciudadanos de a pie, ni por parte de las autoridades municipales- de modo suficiente, la memoria del pasado ni el poco patrimonio que se conserva. Romper complejos Algunas pinceladas históricas pueden bastar para demostrar estas aseveraciones y romper algunos complejos. Empecemos por recordar que en el ábside exterior de la iglesia parroquial de Santa Uxía hay dos altorrelieves que estilística y cronológicamente habría que situar en los últimos tiempos del arte románico popular. Las figuras representan a los apóstoles San Pedro -con las llaves del cielo- y San Pablo, y proceden de la antigua iglesia parroquial que estaba emplazada en la actual plaza de Compostela, y allí ocupaban los ángulos del tímpano de la puerta principal. Cuando se demolió aquel viejo edificio medieval en el año 1862 se aprovecharon sus materiales para la construcción del actual, pero un alma sensible, probablemente el propio arquitecto Faustino Domínguez, decidió afortunadamente conservar las dos viejas figuras y colocarlas en uno de los lugares más nobles del nuevo templo: la pared exterior del ábside. Durante cuatro décadas los ribeirenses pudieron admirar las dos apostólicas siluetas, hasta que a finales del siglo XIX se abandonaba la antigua casa rectoral, situada en el Outeiro de Queiximonde, se construía una nueva y se tapiaba la parte posterior del atrio para convertirlo en huerto del cura. Época medieval Ambas piezas fueron esculpidas en la época medieval, son de las pocas que se conservan de aquellos tiempos en la comarca y las más antiguas de Ribeira y tienen un valor histórico y artístico extraordinarios. Con todo y con ello son, sin embargo, unas perfectas desconocidas para la mayor parte de los ribeirenses; sólo se pueden admirar desde la calle de Lugo, salvando a duras penas las inmisericordes ramas de un limonero. Y a pesar de que quien esto escribe ha solicitado al gobierno municipal la colocación de algún reflector para darles por la noche el realce que merecen estas joyas de la historia del arte local, todavía están ahí olvidadas y dejadas de la mano de Dios.