O fillo da «señá» Rita

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

ADRIÁN BAÚLDE

Llega el tiempo de presentar las candidaturas municipales y los fontaneros políticos trabajan sin parar

19 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

De los 44 años de ayuntamientos democráticos, el PSOE ha gobernado en Vilagarcía de Arousa durante 32 y el PP, durante 12. Con estos antecedentes, es razonable que la presentación de la candidatura del PSOE cada cuatro años sea un momento de gran expectación y protagonice los comentarios y chascarrillos en la ciudad durante semanas. Por un simple cálculo de probabilidades, es muy posible que los componentes de esa lista sean quienes gobiernen la ciudad durante el siguiente cuatrienio y eso provoca satisfacción en los elegidos, frustración en los apartados y respeto en la ciudadanía ante quienes considera poderosos en potencia.

El segundo partido con más posibilidades es el PP, pero siempre han sabido confeccionar su candidatura con más sigilo y prudencia que los socialistas ,sin dar tanto que hablar. Bueno, esto era hace años, cuando la política era el tema más suculento en la prensa local y siempre que había elecciones, fuera al ayuntamiento, a la Cámara de Comercio, a la Federación de Empresarios o al Liceo Marítimo, las páginas de La Voz de Arousa eran devoradas por unos lectores ávidos por saber los últimos movimientos de una ciudad convulsa donde se hacía política hasta en los partidos de fútbol del Cavadelo.

Hoy, todo ha cambiado. La política local, salvo grandes noticias o mayúsculos escándalos, no es la estrella de la información diaria. Solo al llegar las elecciones municipales se agita algo el panorama y se comentan los fichajes y los descartes. Pero, en fin, nada que ver con aquellos felices 80 en los que se llegó a ver a un candidato socialista vomitando en la Casa del Pueblo al conocer su desgracia mayúscula: esperaba ser candidato a diputado por Pontevedra y se encontró fuera de la lista de la noche a la mañana.

¡Ay, la Casa del Pueblo de Vilagarcía! La sede local del PSOE era una especie de casino democrático y sonrosado (¿recuerdan aquella candidatura que fue conocida como «los tiernos capullos sonrosados»?). Estaba y sigue estando en la primera planta de un sólido edificio de la calle Castelao. Allí tenían sus oficinas la Cámara de Comercio, despachos profesionales, gestorías, agencias, viviendas de alto standing y la sede del partido socialista. Todo el poder local en un mismo inmueble.

A Casa do Pobo tenía bar con televisión, salón de actos, biblioteca, almacén, despachos y otro gran salón donde, en la era analógica, las noches electorales, se pegaba una gran sábana de papel en la pared con los nombres de cada urna y cuadrículas para los votos. Era una hoja de éxcel rudimentaria cuando no se conocían las hojas de cálculo ni los ordenadores.

El centro de la vida era el bar, convertido en el local social de Vilagarcía donde más rápidamente se adaptaba uno a la vida local. Mejor que en el Casino o en el Liceo, en aquel bar se tejían amistades y apoyos que iban más allá del buen rollo porque lo que unía era la política en unos tiempos en los que la izquierda tenía aún cierto aura de apostolado, ejemplaridad y sacrificio.

Aquella sede fue durante años un dolor de cabeza para el PSOE local e incluso para el regional. Se había comprado empeñándose la agrupación de Vilagarcía y se tenía que pagar con las cuotas de los militantes y las aportaciones de los cargos públicos. Pero no bastaba, los recibos de la hipoteca llegaban inmisericordes y Seso Giráldez, a la sazón santo y seña del PSOE vilagarciano, tenía que andar mendigando en la sede regional del partido o rogando demoras al banco hasta que se fue superando la situación y afrontando unos pagos que a punto estuvieron de acabar con el embargo de la sede. Pero el pisito se fue pagando y hoy es una de las mejores que este partido tiene en propiedad en España.

La Casa del Pueblo del PSOE vilagarciano era un termómetro político. Abría todos los días, pero en los períodos poselectorales, estaba muy tranquila. Acudían por allí militantes de cierta edad que contaban historias del pasado y escucharlos era como si estuvieras todavía en plena posguerra. Se veía el Telediario con comentarios continuos y tras la meteorología y los deportes, los viejos militantes se iban a casa. Pero cuando se acercaban las elecciones, fundamentalmente las municipales, aquel bar tenía más ambiente por las noches que el Xesteira a media mañana. Olía a candidatura y quien más quien menos iba por allí, tomaba una cerveza y, de paso, tomaba posiciones.

En esas lides, había dos tipos de militantes: la gran mayoría, que acudía en busca de información o a postularse, y una minoría de socialistas observadores y grandes conocedores de la condición humana que sabían manejar ambiciones, frustraciones y deseos con maestría y habilidad. Solía ser gente con una gran inteligencia natural caso de José Luis Meléndez, que en paz descanse, un trabajador de Lantero (él se presentaba como «o fillo da señá Rita») que sabía manejar a ministros, presidentes de autoridad portuaria, diputados provinciales y grandes profesionales liberales para tenerlos en ascuas y ansiosos. En los partidos, en todos, sigue habiendo militantes así, hacen el trabajo sucio y se les llama fontaneros, pero en estos días preelectorales son imprescindibles para fraguar candidaturas, ganar elecciones y tener a todo el mundo más o menos contento.