Cenar a las tantas con pan y tenedor

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

El covid puede europeizar los horarios, pero no nuestra costumbre de mojar y rebañar

09 nov 2020 . Actualizado a las 20:27 h.

Paul Richardson nació en Trípoli (Libia), tiene 57 años y se licenció en Filología Inglesa en Cambridge. Cuando lo conocí, escribía artículos sobre productos gastronómicos de lujo en el Financial Times y era corresponsal del Instituto de Comercio Exterior de España y de la revista londinense de viajes Traveller de Londres.

Richardson ha publicado un libro de viajes que se sigue vendiendo muy bien en el Reino Unido y no está traducido al español. Son vivencias en la España profunda: fiestas alocadas, la trashumancia, las tradiciones gastronómicas. Se titula traducido Nuestra Señora de las Alcantarillas, por una Virgen de Córdoba. Pero el libro que me interesa ahora es uno que publicó en 2007 en Londres la editorial Bloomsbury Publishing, la misma que lanzó la saga de Harry Potter en Gran Bretaña, y en 2010 editó Edhasa en España: Cenar a las tantas. Viajes de un inglés por las gastronomías de España.

He recordado a Paul Richardson y he releído algunas páginas de Cenar a las tantas tras reparar en el tema de la semana en Arousa, que podemos resumir en el titular interrogativo de un reportaje publicado en La Voz de Galicia el martes pasado: “¿Puede el covid hacernos más europeos?”. La pregunta surgía a partir de la campaña lanzada por la hostelería arousana tras el toque de queda para promocionar el adelanto de las cenas a las ocho.

«Esa propuesta ha encontrado eco y respaldo en muchos comerciantes, que han decidido adelantar su horario de cierre a las ocho de la tarde», escribía la compañera Rosa Estévez en el reportaje. Y Carmen, librera de Contos, en Cambados, apuntaba: «Adoptamos esta medida como sinal de apoio á xente da hostalaría. Adiantar o peche media hora para nós non vai supor unha perda». Álvaro Monteagudo, de Mobu Deportes, en Vilagarcía, razonaba: «Si la hostelería no funciona, no funciona el comercio. En estos momentos tenemos que tirar los unos de los otros». Y mostraba su disposición a adelantar la hora de cierre y ajustar los horarios. «Si somos europeos, tendremos que serlo con todas las consecuencias, ¿no?», concluía Álvaro y en ese no interrogativo se escondían las dudas ante la europeización de los horarios que propicia la pandemia.

¿Seremos capaces los arousanos, o sea, los gallegos y los españoles, de dejar de cenar a las tantas y hacer la última comida del día a horas razonables? No va a ser fácil. Y si nos fijamos en el inglés Paul Richardson, comprobaremos que es más fácil que un europeo cambie de hábitos y cene a la española que lo contrario. El escritor y periodista británico descubrió la costumbre española de cenar a las tantas en un restaurante del puerto de Santander, donde estuvo comiendo marisco hasta horas intempestivas. Pero lo peor, o lo mejor, es que, en lugar de renegar del horario español, se ha habituado a él: «Lo de cenar tarde lo he interiorizado hasta el punto de que soy el que más tarde cena. Me voy a Inglaterra o Portugal y me cuesta acostumbrarme a esos horarios de comer a la una y cenar a las ocho. Me parece horrible porque la mañana no cunde si comes a la una».

Puede ser que la pandemia modifique nuestros horarios, aunque solo sea temporalmente y por solidaridad con los hosteleros, pero difícilmente modificará otras costumbres tan nuestras como la de mojarlo todo. «Recuerdo, escribe el inglés en su libro, un viaje en un tren nocturno de París a Madrid en 1982. En el departamento de mi vagón viajaba una familia española, que compartió conmigo la cena (…). Aunque lo que más me sorprendió fue desayunar con ellos café con leche de termo y galletas María. Me llamó la atención la unción con la que toda la familia mojaba sus galletas en el café, alzando la taza para acortar el trayecto de cada galleta empapada en café hasta la boca».

Fue el primer contacto de Richardson con la «acusada tendencia española a utilizar lo sólido como vehículo de lo líquido: las salsas son rebañadas de forma automática con pan, los bizcochos se ‘emborrachan' con vino dulce y el chocolate deshecho se utiliza para mojar largos y crujientes churros aceitosos».

En su viaje por la España que cena tarde y lo moja todo, Richardson llegó a Galicia y pasó unos días en O Grove. Allí disfrutó con una característica de la cocina gallega que entronca con su filosofía de la vida: la sencillez. Comió unos mejillones al vapor y comparó: «Un francés guisaría sus mejillones con perejil, vino y unas chalotas, y de haber sido por mí, yo los habría preparado con un poco de cebolla picada, un chorro de vino, sal y pimienta. Pero (en O Grove) se limitan a limpiar los mejillones y a calentarlos en una enorme olla esmaltada hasta que se abren». Después se los comieron con limón y Richardson resume su experiencia gastronómica arousana: «La verdadera sencillez de la comida española es una especie de osadía, un desafío al comensal al que parece decir: Vamos a ver si eres capaz de comerte esto tal como viene».

Puede ser que el covid-19 nos obligue a modificar el horario de la cena, pero no impedirá que disfrutemos del sabor de lo sencillo y del placer de mojar.

Es más fácil que

un inglés se habitúe a cenar

a la española

que al revés

Richardson descubrió la cocina sencilla comiendo mejillones

en O Grove