Gallardón

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

AROUSA

24 sep 2014 . Actualizado a las 04:00 h.

Cuando el anteproyecto de la ley del aborto todavía no había asomado la patita por debajo de la puerta, un político que había lucido galones en el Gobierno central aseguraba: «El padre de Gallardón, un señor muy de derechas, solía decir: ??El único problema de mi hijo es que es un señor muy de derechas??». De la sensación de que Gallardón logró disfrazarse de verso suelto durante un tiempo, cuando su feudo era solo Madrid, ya fuera autonomía o capital. Aunque la idea de incluir en su lista para las elecciones municipales a la primera dama del PP, Ana Botella, parecía mucho más que un simple guiño a José María Aznar y al partido. Era un indicio de que Gallardón no estaba tan alejado del aznarismo como parecía. De aquellos polvos vinieron estos «relaxing cup of café con leche». Gallardón y Botella. En cierto sentido, uno es producto del otro. Quizás el exministro no hubiera llegado tan alto sin catapultar a la esposa de Aznar y seguramente ella no habría alcanzado el bastón de mando sin su sorprendente valedor.

La cartera ministerial acabó de romper aquel supuesto encantamiento progresista de Gallardón. Es como si Wert y él disfrutaran jugándoles a los ciudadanos a la contra. El aborto, las tasas judiciales, el nuevo mapa de la justicia, los indultos sospechosos... La colección de despropósitos es más que estimable. Como el momento de su adiós. Será otro el que se adentrará en el laberinto catalán como ministro de Justicia, el que deberá encabezar la batalla legal que se avecina, el que pondrá el brazo en un pulso histórico. Tuvo tantas oportunidades para renunciar, que resulta extraño que abandone el barco cuando el cielo anuncia tormenta por el este. Tiene mérito equivocarse hasta para dimitir.