Noche de ciclogénesis panorámica

Serxio González Souto
SERXIO GONZÁLEZ VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Miles de personas tomaron el recinto de Vilagarcía en la gala solidaria

06 may 2012 . Actualizado a las 13:36 h.

¿Cuánta gente cabe en 8.000 metros cuadrados? Quien resuelva el interrogante hallará la respuesta a una de las cuestiones que ayer planeaban sobre Vilagarcía mientras la capital arousana se desperezaba de la madrugada enorme de Panorama. «Aquí vendéronse case as 20.000 entradas das que se falaban», comentaba un miembro de la organización, sincronizada como un reloj suizo, mientras a las once menos cuarto del viernes todavía se agolpaban legiones de chavales a las puertas de Fexdega. Fuesen o no al ajo todos los que apoyaron con su entrada a la Asociación Española de Lucha contra el Cáncer, había personal en la explanada ferial como para completar un par de festivales de gafapastas.

El elenco de artistas invitados, nótese el tono solemne de la expresión, invitaba a pensar en una dosis concentrada de Los 40, los 33 de Antena 3, o cualquier radiofórmula de seguimiento masivo de cuantas pueblan las ondas. El misterio de Panorama reside en que la mayor parte del público agolpado frente al potente escenario puede flipar con David Bisbal, le gustará más o menos el vozarrón de Mónica Naranjo y se descargará o no el último disco de Melocos. Lo que es indudable es que alucina con la orquesta. Un fenómeno galaico digno de estudio. Hasta la lluvia respetó el espectáculo. Al menos hasta los primeros fraseos del amigo Bisbal, que se encontró en Vilagarcía con bastante más concurrencia que en las pirámides de Egipto. No deja de sorprender un hombre que, acompañado por su propio pianista, se propuso de viva voz «cantar en la intimidad» frente a miles de personas. Hizo de las suyas Bisbal, pero nadie como Lito Garrido, que se defendía en el escenario como gato panza arriba, para desatar el movimiento panorámico. Le ayudaron, eso sí, un guitarra que no pudo dar sus primeros punteos hasta que Natalia Jiménez, de La Quinta Estación, tomó el escenario, y un trapecista con más vueltas que los neumáticos de un 127. A un lado de la estructura, una mujer bailaba dentro de una tremenda burbuja de plástico.

Mónica Naranjo convierte uno de sus temas fetiche en una dosis de metal pesado gracias al los riffs del guitarra gótico que se ha traído de casa. Merche, la de interminables piernas, habla de las maldades de Risto. Manuel Carrasco se lo monta en plan solitario a las seis cuerdas. Y la madrugada sigue avanzando mientras el palco de la zona VIP amenaza con venirse abajo de puro repleto. «Déjame pasar, que tengo que ir al baño y no puedo más», exige una moza que no parece haber cumplido aún las veinte primaveras a un integrante del equipo de seguridad. «Vete ahí, a los baños», le replica el hombre. «Sí, claro, y vuelves tú después aquí a primera fila, que mis dos horas me ha costado». Así hasta el final. Creo que fueron Melocos.