David Cal quiere ser leyenda

Aleixandre Méndez
Álex Méndez PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

24 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

David Cal ya tiene su billete olímpico para Londres. Lo que para muchos es un sueño, para él es hoy solo un nuevo paso en su camino hacia una gesta sin precedentes. Y es que, si consigue una medalla en la cita británica, David se convertirá en el deportista español más laureado de la historia en unos Juegos Olímpicos.

David se inició en el piragüismo con solo 8 años. «Veía todos los años a los piragüistas cerca de mi casa, en la playa de Vilariño Así que un verano, un amigo y yo decidimos ir a probar en el Club de Mar Ría de Aldán». Su amigo pronto decidió dejarlo. Él, en cambio, pronto supo que había acertado. Los resultados deportivos no tardaron en llegar. «Empecé con Kayak, pero pronto me cambié a canoa, y como no había canoístas de mi edad, al principio competía con chavales dos años mayores que yo. El primer año quedé cuarto en todas las competiciones, y al año siguiente ya empecé a ganar», recuerda.

A los catorce años, David conoció al que a día de hoy sigue siendo su entrenador, Suso Morlán, el mismo año en el que ingresó en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva de Pontevedra. Poco después llegaría su primera oportunidad a nivel internacional. «Tenía 16 años cuando disputé mi primer Campeonato del Mundo en Croacia y me vine de allí con un bronce en C-1 1000 metros». Fue la primera de muchas medallas internacionales que estaban por llegar.

Un año más tarde, la federación española se lo llevó a Sidney como suplente, y aunque no tuvo la oportunidad de disputar ninguna prueba, la experiencia fue muy provechosa. «Fui sabiendo que no podría remar, así que mientras todos estaban concentrados, yo aproveche para tomar nota de lo que tenía que hacer para la siguiente», recuerda.

En Atenas 2004 le llegó su oportunidad en C-1 1000 metros y C-1 500 metros, y vaya si la aprovechó: oro y plata en su primera participación. David nunca olvidará lo que sintió al proclamarse campeón olímpico. «Por una parte es una sensación muy bonita, pero a la vez tienes una sensación de vacío. No hay ningún reto más importante que ser campeón olímpico, así que cuando lo consigues te quedas con la sensación de que ya no hay nada más. Es una sensación un tanto extraña», explica.

En cuanto llegó a España se dio cuenta de la importancia de lo que había conseguido. «Tengo un recuerdo muy bonito, pero también de agobio. Salía a la calle y todo el mundo me conocía, me daba la enhorabuena... Me acuerdo que llegaba a casa y mi madre me decía ?así que estuviste en tal sitio y en tal otro?», confiesa. A alguien tímido como David le costó asimilarlo, pero pronto volvió a refugiarse en la canoa. La vista ya estaba puesta en Pekín.

En los Juegos de 2008 le tocó el papel de favorito, pero la presión no pudo con él. Se le escapó el oro, pero añadió dos platas más a su palmarés que le colocaron como uno de los deportistas españoles más laureados en unos Juegos, junto a Joan Llaneras y Arantxa Sánchez Vicario.

De cara a Londres se ha marcado un nuevo objetivo: sumar una nueva medalla que le convierta en el único español con cinco metales olímpicos. Esta vez solo participará en el C-1 1000 metros, después de que el COI eliminase el C-1 500 metros como distancia olímpica. Sabe que no será fácil, pero confía en que el duro trabajo vuelva a dar sus frutos. Lo que parece claro es que la presión no va a poder con él. Hasta el momento, consiguió cuatro medallas en cuatro pruebas disputadas. La estadística está de su lado.

De niño, David vivía con sus padres muy cerca de la playa. Acostumbrado a ver piragüistas, a los ocho años decidió ir a probar con un amigo al Club de Mar Ría de Aldán, el más cercano a su casa.

Pronto demostró su potencial para el piragüismo. Al iniciarse tan joven, en sus primeros años tuvo que competir con canoístas dos años mayores que él, mostrando un nivel excepcional para su edad.

La agresividad que muestra David Cal sobre la canoa contrasta con el carácter tranquilo y sosegado que transmite fuera de ella, quizá una de las claves para soportar la presión de la alta competición.