AREOSO | O |

14 dic 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

GESTIONAR las diferentes crisis que van surgiendo suele ser una de las tareas más complicadas a las que tienen que enfrentarse los gobiernos. Estoy casi segura que a ninguno de nuestros políticos le hubiera gustado estar al frente durante el hundimiento del Prestige , durante la ola de incendios del pasado verano o las recientes inundaciones que asolaron Galicia. Pero como la cosa va en el cargo hay que aguantarse y tirar para delante. El problema que esta menda observa, tras ver las decisiones que unos y otros tomaron en estas situaciones, es que cada vez más nuestros queridos políticos tienden a parecerse unos a otros. Es cierto que, en esta última ocasión, nadie ha tratado de engañarnos diciendo que en Vilagarcía no había pasado nada. Pero también lo es que lo primero que el bipartito se apresuró a prometer fueron las entrañables subvenciones. No se preocupen, vino a decir, que este desaguisado lo pagamos nosotros. Una no puede evitar recordar que esta misma propuesta fue presentada por el presidente Fraga cuando el chapapote inundaba nuestras costas. Sí, hemos hundido el barco, pero esto lo pagamos nosotros, se afirmó entonces. Y es que parece que el recurso al pan para todos es la única solución que se les ocurre a nuestros políticos. Pues bien, a mi me parece una opción desastrosa. Somos el país de la subvención. Que viene una riada, ayudas para todos. Que es una marea negra, más dinero. No creo que los impuestos de los gallegos deban destinarse a pagar los destrozos que ha causa la riada. Para eso están los seguros. El dinero público debería destinarse a realizar las obras precisas para evitar que, aún en situaciones extremas, vuelva a repetirse una situación de las mismas características. De otra forma, en unos años estaremos, de nuevo, financiando la reparación de suelos en vez de ampliando tuberías que se han quedado pequeñas.