Combatió la calumnia por la que los juzgados no admitían a sus vecinos como testigos
17 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Tras la muerte de Pardo de Cela en 1483 ?uno de los personajes más emblemáticos, controvertidos y manipulados de Galicia? la realidad mezcló con el deseo y la verdad se enredó en la leyenda. De tal modo que su alargada sombra condicionó, para bien y para mal, buena parte de la historia de A Mariña y de O Valadouro.
Una de las consecuencias negativas de ello fue que, hasta el siglo XIX, varios juzgados gallegos no admitían a vecinos de O Valadouro como testigos en los juicios en la creencia de que sus antepasados traicionaran al Mariscal y ellos, por tanto, no eran aptos para ofrecer testimonios veraces.
La suposición tuvo base en romances medievales del tipo Eles quedan por treidores/ e o seu amo por leal... o Xentiña do Valadouro/ nin Dios che garde siquiera/ que si lles cadra cen veces/ revenderan a Frouxeira. El infundio continuó con la falta de rigor de historiadores como el Padre Mariana o Benito Vicetto y llegó al siglo XX de la mano del mismísimo Otero Pedraio?
La situación llegó a tal punto de gravedad que la sociedad Hijos del Valle de Oro en La Habana salió al paso de esa ignominia. E hizo lo mismo que venían haciendo otras agrupaciones de emigrantes gallegos en Cuba: dignificar su tierra creando escuelas, carreteras u hospitales, pero también abanderando su buen nombre, en este caso la defensa de la cuestionada honra de O Valadouro.
Así que encargaron esa tarea al intelectual y político Ramón Fernández Mato, un valadourense de adopción que estaba casado con Josefa López, hija de un acaudalado emprendedor local y exitoso contratista de numerosas carreteras provinciales. Y Mato, que estaba exiliado en Cuba, publicó en febrero de 1937 en las páginas 4 y 5 del número 21 de la revista Cultura Gallega -una de las más prestigiosas de la prensa emigrante- un famoso artículo que tituló El Valle de Oro, solar de hidalguía.
En él defiende la belleza y la riqueza del valle y la condición noble e hidalga de sus vecinos. Y demuestra que de los 22 hombres que traicionaron a Pardo de Cela sólo uno era de O Valadouro, concretamente de Bacoi. Basándose en documentados trabajos de Saavedra Rivadeneira y Villamil y Castro, enumera nombres y procedencias de los «veintidós villanos» que traicionaron al Mariscal y dice: «solo uno era de Vacoy (sic), y el resto de As Pontes de García Rodríguez, O Vicedo, Negradas del Sor, Condado de Santa Marta, Muras, Meira, Bares, de las Asturias...».
Tras los datos aportados, Mato se pregunta: «¿dónde está, pues, la traición colectiva de los vecinos del Valle de Oro?, ¿en qué fundar la descalificación moral de unas gentes que son espejo de lealtad, de seriedad en los tratos y fidelidad en las promesas, de mesura en la palabra y ético vigor en la conducta?».
Y, luego de exigir «que se pongan de rodillas los que mintieron», finalmente concluye con un enfervorizado canto de las bondades de O Valadouro «que no recibe el nombre del río que le surca y embellece, sino que le viene, por comparación de sus tierras y gentes, de la calidad y los quilates del príncipe de los metales».
Socio de honor e hijo adoptivo para los emigrantes
Por tan apasionada y contundente defensa del manchado honor de O Valadouro y por otros favores realizados en su etapa política, la sociedad de Hijos del Valle de Oro en La Habana nombró a Fernández Mato _cuyos restos están enterrados en Ferreira_ Socio de Honor e Hijo Adoptivo en un acto que tuvo lugar ese mismo año de 1937.
La directiva que adoptó el acuerdo estaba formada por Lorenzo Veiga (presidente), Eduardo Pernas (vicepresidente), Manuel Palmeiro (secretario), Antonio Villarino (vicesecretario), Pedro Fernández (tesorero), Ramón Varela (contador) y Edelmiro Rey (vicecontador).
En la información del acto que publicó el cronista Ramón Lemos en Cultura Gallega, se destaca que los méritos contraídos por Mato con la comarca «son muchos y de gran trascendencia, tantos que ningún pueblo sensible al sentimiento de la gratitud los puede olvidar». Y subraya que «sin tener en cuenta diferencias políticas ni cuestiones personales, sino solo el interés del Valle de Oro, consiguió múltiples mejoras para aquel y muchas otras estaban ya en vías de realización cuando estalló la Guerra Civil».
El cronista resalta la creación del Instituto y Granja Agrícola «que tenía ya concedido el crédito correspondiente y que, por cierto, se denominaría Pedro Pardo de Cela, como el primer mártir de las libertades gallegas».
Se exilió republicano y regresó franquista a Foz y a Vilagarcía
Ramón Fernández Mato (Cespón 1889-Vilagarcía 1980) fue un periodista, médico y político liberal que, a lo largo de su trayectoria, estuvo vinculado a Portela Valladares. Dirigió el periódico fundado por este ?El Pueblo Gallego, uno de los mejores de la época?, fue gobernador civil de Cádiz, Ciudad Real, Jaén y Málaga, director general de Seguridad y diputado por Lugo por el Partido del Centro Democrático que había creado Portela antes de llegar a ser jefe del Gobierno de la 2º República.
Director de La Nación
Tras la Guerra, Mato se exilió a Cuba, Venezuela y la República Dominicana donde dirigió el periódico La Nación y exaltó al dictador Trujillo en el libro Trujillo o la transfiguración dominicana. En 1965 regresó a España de la mano del Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, dentro de un plan para recuperar exiliados.
Tras vivir un tiempo en Foz, se instaló en Vilagarcía de Arousa donde el Régimen le facilitó el chalet Miña Terra en el que vivió hasta su muerte.
Por todo eso, Borobó decía que Mato «foi o único exiliado, con Alvaro de las Casas, que marchou republicano e volveu franquista...».
Gran orador
Mato era un hombre alto, polifacético, brillante y gran orador. En su juventud dirigió la Tuna Compostelana (donde conoció a Castelao, de quién fue amigo personal y con quien creó la revista Galicia Moza), fue activo militante de Acción Gallega, fundó la biblioteca marinera de Bouzas (Vigo) y fue presidente del Celta. En su faceta de escritor fue miembro de la Real Academia Gallega y autor de exitosas obras dramáticas, muchas de ellas estrenadas en Buenos Aires, como Galleguita, Heroica cobardía o La retirada.