Una provincia invisible

A MARIÑA

12 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Mondoñedo sigue ahí. Gracias a su existencia Lugo tiene mar. Quizá el año 2016 cuando celebremos el día dedicado a Manuel María no sólo recordaremos su maravillosa forma de describir a Galicia o a recordarnos nuestro idioma, también se hará patente el paso del poeta chairego por el mar del norte, ese que sentía desde Mondoñedo nuestro inolvidable Cunqueiro, igual que escuchaba las campanas de la Catedral o veía el paseo de aquellos seminaristas procedentes de las aulas de Santa Catalina.

Las sesenta millas de costa eran descritas en el siglo XIX como muy accidentadas, con islotes muy próximos a tierra, combatida por vientos de componente norte con cuatro refugios tradicionales: Barquero, Viveiro, ensenada de San Cipriano y Ribadeo. Desde la Estaca de Bares al cabo de la Higuera existe un valle submarino que denominan Canal Valle de la Pregona.

En el centro de la costa se encuentra Isla Anzarón y la punta Roncadoira, hoy con faro y mirador desde el que hacia poniente se divisan Os Netos, sin duda el mejor criadero de percebes de Galicia. Al sur de tal, uno de los lugares más hermosos dónde el viento talla las rocas graníticas dando lugar al cabo Morás que marca la entrada oeste de la ensenada de San Cipriano. Con la ensenada frente a la playa de Lago con su iglesia parroquial de refugio dedicada a Santa Eulalia desde el siglo XVI. Hoy entre el Portiño de Morás y las playa de Paraños y Lieiro, está el puerto de la factoría aluminera.

San Ciprián- no San Cibrao- es una lengua de tierra mar adentro. Islas, Atalaya, Castro marino, Aldea de As Figueiras dónde asienta la playa de La Concha y la desembocadura del Cobo, que conformó una ría puerto con barra para la carga y descarga de los materiales relacionados con Sargadelos, o la construcción y botadura de buques en afamadas carpinterías de rivera, con artesanos con el apellido Frá o Sarmiento. La península, desde el Monte Medela, es como una ballena dormida, en cuya cabeza está la Isla de la Atalaya con faro desde 1864, hacia el norte los Farallóns,- la isla más extensa es la Sombriza, con 392 metros, donde habita A Marxiana y se encuentran los bajos de San Clemente, hacia el este Las Cabezas, en la entrada, a un muelle que se construye en 1939, La Anxuela y O Leixón do Vendaval. Tal mamífero entre rocas y arenales, tuvo dos fábricas de salazón para sardinas; y aquella botica de un-antes- carabinero, alumno en La Guardia del Jesuita botánico Padre Merino. Más allá, en tierras de Santa María de Cervo, la desembocadura del Xunco o Rúa que conforma ese lugar mágico que conocemos como Rueta, para llegar hasta La Marosa, protección del nordeste, cuyo paseo nos lleva hasta el puerto de Burela al que anuncia la baliza ubicada en el peñasco.

Golfo de Foz, playas que comienzan en la hermosa Areoura y terminan en la Rapadoira, para entrar en territorio de Barreiros que se da la mano con Ribadeo pasando por Rinlo, con la cofradía de pescadores más vieja de Galicia, en la que cuenta la leyenda que en caso de dudas, «a la mar ponen por testigo».

En esta provincia invisible, desde el momento que hubo muchas gentes que no sabían que Lugo tenía la costa más al norte de España, celebramos El Carmen. Así en Celeiro, Viveiro, Vicedo, Ribadeo, Foz y San Ciprián. Hasta en Burela han ido cambiando de San Juan a la patrona de los mares.

Ahí comenzaban los baños. En plena costera del bonito, que trajo alegría y desarrollo a nuestras viejas parroquias que enrolaban a sus hombres en las tripulaciones a la caza del quiñón.

La fiesta no sólo son orquestas. Las fiestas son para recordar a los que se ausentaron para siempre. Las fiestas deben tener un himno como aquel que fue poema de Ramón Cabanillas: ¡En Pé!.