Ramón Espantoso

XOSÉ ARTIAGA

A MARIÑA

LA TRIBUNA | O |

06 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

HACE un año que le vimos desaparecer. Mondoñedo se encogía más que nunca entre la niebla y se plegaba la Alameda de los Remedios. Se cerraba una página en la historia reciente de la ciudad. Su muerte nos arrancaba uno de los iconos más queridos y significativos de los últimos cincuenta años. Se esparcen pilas de imágenes. De los varios cientos de personas que tuvimos el privilegio de coincidir con él en aquellos años sesenta, setenta, ochenta... quienes le acompañamos hasta la última curva, nos mirábamos unos a otros con la perdurable perplejidad de no saber lo que estaba pasando. La escena era atomizante. Desaparecía la persona que posiblemente más había hecho en aquellos años por la juventud mindoniense. Y siempre sin ningún afán de notoriedad. Ramón empezó a convertirse en nuestra referencia, en las alas que tanto necesitábamos aquellos jóvenes que no sabíamos bien adonde ir y mucho menos qué transporte utilizar. Sabio como nadie, se daba cuenta de que algo tenía que hacer. Y lo hizo desde su pasión, el fútbol. Con él todos tuvimos nuestra momentánea emanación de gloria. Y más cosas, muchas más cosas. Persona de pequeños detalles y grandes complicidades, buscaba siempre un acercamiento hacia los más jóvenes, siempre necesitados de una mayor comprensión y diálogo. Y también ayuda. Todo lo hacía desde un segundo plano, con la máxima discreción, en un claro ejercicio de renuncia hacia sí mismo. Lo siguió haciendo hasta el final: por no "molestar", no estaba. Ni un solo desvío. Alguno de sus chicos finalizó imprevistamente el camino y buena parte de Ramón partió con ellos. Partió con Humberto, con Miguel y con algún otro. En la memoria están. Los que seguimos aquí sabemos que esa parte de Ramón no reapareció jamás. A mis cortos regresos a Mondoñedo, su presencia prorroga un lugar de encuentro. Ramón sigue ahí cierto, con la misma complacencia de siempre, rodeado de gente amiga procurando su ahora inmaterial proximidad. Sigue presente en las conversaciones. Y en todas las sobremesas. Y si cambias el lugar, te acompaña. Como si no hubiese pasado el tiempo, como si no hubiese cambiado nada. Cuestión de eternidades. Ramón estará siempre en nuestra proximidad. Ahora, aquellos niños , sus amigos y las personas que compartieron su espacio, el difícil espacio que Ramón permitía, volveremos a estar juntos en su presencia. Le recordaremos, cómplices de silencios y eternidades, en el aniversario que se celebrará mañana en Mondoñedo.