Cartero, chófer y escritor

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A MARIÑA

El alcalde focense presenta mañana su primer libro: «Á sombra dun castiñeiro». Dice que lo importante es «que puxen todo o que puiden nel»

02 abr 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

?l libro que mañana será presentado en público, en un acto apadrinado por el cronista oficial de Foz, Suso Fernández, y por el diputado socialista y prologuista del texto Ceferino Díaz, es una autobiografía de José María García Rivera. El alcalde de Foz, que cuenta actualmente con 49 años, afirma que nunca se ha planteado si el libro está a la altura o si tiene calidad: «¿Qué é a calidade? Para min o importante é a calidade humana e do resto non sei; o máis importante foi que puxen o meu esforzo e todo o que puiden nel».El esfuerzo parece que es la constante que marca la trayectoria de García Rivera, que empezó a ganarse la vida como cartero cuando tenía 17 años: «Era moi listo: o primeiro ou o segundo da clase, pero ó chegar ós 16 anos quixen traballar». Y así pasó a ser cartero y luego a trabajar en Santiago en la empresa de su hermano, compatibilizando esta labor con estudios en hostelería. Luego trabajó en una empresa que instalaba redes telefónicas y de allí se fue a la mili. Una vez licenciado estuvo en el negocio con su padre, pero por poco tiempo, porque se fue a Madrid y trabajó de chófer de un productor de televisión belga. Vuelve a la comarca en 1978, para entrar en Alúmina, una empresa en la que permaneció unos 17 años, hasta que en el 95 pidió la excedencia para dedicarse en exclusiva a sus funciones como alcalde.Al preguntarle cuál es la etapa de la vida que más le ha marcado o que recuerda de forma especial dice que hay varias. La más difícil fue hasta los 6 años; a partir de esta época sus padres se trasladan de Vilaxoane a Foz y mejora la situación familiar; no obstante, asegura que «miña mai sempre nos atendía ben, nos levaba moi curiosos» a pesar de que eran cinco hermanos y no sobraban los medios. Dice que su madre está muy presente en este libro, porque en sus últimos tiempos de enfermedad le ayudó a recordar detalles confusos u olvidados de la infancia. Su otro gran esfuerzo: vencer el deseo de dejar de escribir que a veces le surgía.